¡Cómo me gustan los turbo-viajes! y cuando además los haces en un coche que se presta a ello, se convierte en algo realmente especial. Algo Memorable.
El último coche que tuvimos para algo parecido era, sobre el papel, «mejor» que nuestro protagonista, y sin embargo me dejó algo frío. Fue el BMW M8 Coupé Competition de 625 cv. Teóricamente, un GT de altos vuelos ideal para destrozar autopistas a velocidades de infarto, debería haber sacado un sobresaliente y, sin embargo, se quedaba «solo» en un notable alto debido una autonomía ridícula (225 km por depósito yendo a velocidades de Autobahn), espacio justo para los pasajeros y, sobre todo, por una trascendental falta de emoción en sus quehaceres. Recordemos mis palabras de entonces:
«El gran problema de este M8 Coupé Competition, al igual que sucede con otros BMW modernos (ojo, porque este no es un problema exclusivo de BMW), es que los de Múnich necesitan dejar de centrarse en superar las cifras objetivas de cada modelo al que reemplazan y hacer que la conducción sea una experiencia única, irrepetible, inolvidable. Enfocada a colmar los sentidos del conductor.«
Así que aquí estaba yo, sin saber muy bien qué esperar del nuevo BMW M4 CS tras haber probado ya a fondo el BMW M8 Coupé Competition, el M4 CSL brevemente y el M2 Manual en las mismas circunstancias que el M8.