Recuerdo que cuando esto de 8000vueltas comenzó, allá por el pleistoceno (tiene mucho mérito que sigamos por aquí), y lo que más se llevaba eran las pruebas de coches puramente deportivos. Aparte de ser los primeros de España en llevar a cabo este tipo de iniciativas, el carácter de la página/blog se caracterizaba única y exclusivamente por este perfil de vehículos.
Sin embargo, con el tiempo, y quizá explicado por la falta de este tipo de coches, hemos ido abriendo el abanico de modelos gracias en parte a la aparición de otros también interesantes, como pueden ser SUVs de altísimas prestaciones, todopoderosas Pick-ups o berlinas de ultra lujo, coches diferentes, opuestos incluso, pero que comparten una filosofía: están pensados para disfrutar y emocionar (aunque no todos los consiguen). Sea el coche que sea, al final, una de las cosas que más se valora es la honestidad del mismo, es decir, que el coche ofrezca de verdad aquello para lo que nos lo han vendido.
De nada nos vale que una marca nos venda unas siglas sinónimo de radicalidad en sus modelos más «extremos» (pocos coches extremos encontramos en el mercado actual) y que, una vez a bordo, ya no es que no nos ofrezcan un cambio manual asociado a una tracción trasera, no, sino que el coche esté puesto a punto dejando de lado las pretensiones deportivas, que tenga una caja de cambios lenta o un sonido «esmirriado», más propio de una furgoneta de reparto.
Si me vendes deportividad, tenla, si me ofreces calidad, muéstramela, si me ofreces exclusividad, otórgamela; es simple. Dicho esto, creo que el coche de esta última prueba, el Mercedes Benz C43 AMG Estate, puede presumir de esta honestidad como buque insignia de su personalidad.
Los años 90 y principios de los 2000 fueron años de excesos en todos los ámbitos: la economía europea estaba en su punto más dulce; ganábamos dinero y gastábamos dinero, las marcas lo sabían y por eso los salones del automóvil en toda Europa eran una fiesta. Nadie imaginaba lo que vendría después, por eso todas las marcas se esforzaban por presentar cada año lo mejor de lo mejor, lo más arriesgado o lo más bizarro. Estas locuras se materializaban en los Concept Cars.
Recuerdo que viví esta locura en mi tierna infancia, cuando eres más influenciable y todo te impresiona mucho más. Quizás de ahí me venga mi afición al automóvil y, por qué no decirlo, también a las carrocerías en colores raros o excéntricos. Supongo que nunca lo sabremos con certeza, pero lo que sí recuerdo es ir con mi padre al Salón del automóvil de Madrid y alucinar precisamente con los colores y las formas de los coches que allí se presentaban. Era pura fantasía. Desde luego, era el día más importante del año para mí.
Los salones del automóvil eran lugares mágicos donde desfilaban una multitud de ideas locas que buscaban sorprender y emocionar al público. Cada modelo era aún más extravagante que el anterior y acaparaban más atención que la presentación de Figo en el Real Madrid.
Renault Espace F1
Aunque ahora siguen existiendo los Concept Cars, las intenciones han cambiado y el mundo de los excesos como lo conocíamos ya no está de moda entre la gente normal. En la mayoría de los casos estos diseños no pasan de un render digital distribuido a diestro y siniestro por las redes sociales acompañados por números imposibles. O peor aún: salvo honrosas excepciones, lo más excitante que presentan es un coche con una batería de camión, para hacernos trampas al solitario y poder circular por el centro de las ciudades.
Tengo que ser sincero -como siempre-, pero esta vez especialmente. Y os digo que esta prueba es la que más ganas tenía de hacer este año. Y no me refiero a 2023 sino a los 12 últimos meses. Digo 12 meses porque es aproximadamente el tiempo que ha […]
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