Prueba BMW M3 CS Touring: ¡amplía la familia!

Si necesitabas una señal para tener hijos, es esta. Si necesitabas un motivo para tener un coche familiar, que siempre habías visto con «ojirris», pero no acababas de decidirte, ha llegado. El BMW M3 CS Touring te está llamando. Aunque vivas solo. Aunque te llegue con un MINI para el día a día. El CS no necesita excusas: lo quieres y, si puedes, deberías tenerlo.

¿Por qué? Porque hay coches que cuando dejamos pasar, nos arrepentimos toda la vida. No a cada momento, pero sí de vez en cuando. Cuando ves pasar uno, cuando ves una foto antigua y rememoras lo mucho que te gustaba ese coche. Esto es algo que me pasa con el BMW M3 E46, cuando veo uno coupé, con las llantas de 19 y escucho ese sonido del 6 en línea me pregunto por qué no lo compré en su momento. Quizá debería hacerlo ahora, pero ese es otro tema.

Cuando ves este coche, te sobrecoge. Ves tantos detalles a simple vista, que sabes que va tener algo especial. Las formas, las llantas, el empaque de ser un CS…. Te pone nervioso, porque además parte de una base excepcionalmente bonita. El M3 Touring «normal» ha sido todo un acierto y las ventas así lo han reflejado, pero cuando le das una vuelta de tuerca a un modelo tan conseguido, ocurren cosas como este CS.

Las siglas CS se han tomado muy en serio en BMW. Hace unos años, el CSL era el no va más y los CS eran simplemente una versión M con algunos guiños deportivos adicionales. Ahora no es así, las variantes CS son un tsunami que te sobrepasa si no estás preparado. Por prestaciones, por acabados y, sobre todo, por puesta a punto.

24 HORAS: DONDE EL HOMBRE MIDE SU ALMA Y LA MÁQUINA SU CUERPO

Hay algo en las carreras de 24 horas que no se explica, se siente. No es solo velocidad, ni estrategia, ni siquiera resistencia. Es algo más profundo, casi espiritual. Son 24 horas de lucha ininterrumpida contra todo: el reloj, la fatiga, la oscuridad, el frío, la incertidumbre… y sobre todo, contra uno mismo. No hay máscaras ni artificios. Después de un día entero corriendo, solo quedan la verdad y el ruido de un motor que se niega a rendirse.

Cada curva, cada adelantamiento, cada error pesan una vida. Pero en una carrera de 24 horas, el tiempo se distorsiona. Aunque crees vivir una vida entera no es más que dos vueltas al reloj. Es un universo paralelo donde el amanecer no es un comienzo, sino un recordatorio de que la noche —esa asesina silenciosa— ya pasó, y sigues vivo. El coche ya no brilla, pero luce las cicatrices del combate: el frontal cubierto de goma fundida, la pintura comida por los mosquitos, los faros empañados por el sudor del esfuerzo. Cada vuelta es una muesca en tu revolver, cada parada en boxes, una batalla ganada o perdida.

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Decepción es lo que siento tras una primera gran impresión del coche en parado. Deja que me explique: en estático el coche tiene una estampa impresionante. Quizá sea algo más discreto que un BMW M3 Touring -especialmente en este color- pero puedes ver cómo la gente lo mira […]