No sé si os habrá pasado como a mí, que, cada cierto tiempo, observo una efeméride importante del calendario y me pregunto ¿por qué no habré vivido yo en ese momento? Basta con abrir cualquier libro de historia o alguno que haga referencia a tiempos pretéritos para sentir que ya no vivimos en un momento “histórico”.
Parece que nos deslizamos por la mediocridad de la historia, esperando algún hito que haga que abandones la actual edad moderna para entrar en una nueva era. ¿Cuándo llegará el equivalente a nuestra invención de la escritura o nuestro propio descubrimiento de América? Cierto es que la llegada del COVID me hizo sentirme en pleno hito histórico pero la experiencia no me entusiasmó que digamos…
Con el mundo del automovilismo, en cambio, casi sucede lo contrario. Al ser este noble deporte un ente de creación relativamente reciente, a lo largo de estos años estamos viviendo aniversarios o centenarios de gran altura. Podemos destacar el 75 aniversario de Ferrari en 2022, recientemente el siglo y cuarto de Mercedes en competición o por ejemplo la carrera número 1000 en la F1. Pero, sin duda, el evento que llevábamos esperando más tiempo los aficionados de las carreras de coches es el centenario de las 24 Horas de Le Mans. Y no lo decimos simplemente porque sea un número bonito, no, lo decimos por lo que vais a leer a continuación.
Comenzando su singladura en 1923, por deducción profunda podemos concluir que este año tocaba su centenario. Pero, ojo, no 100 ediciones, sino 91, porque por la convulsa Europa de postguerra y una huelga en 1963 se forzó su cancelación. Sin entrar en detalles (que para eso tenéis blogs históricos especializados), la carrera gala ha sobrevivido a idas y venidas, guerras, crisis, cambios de reglamentos y hasta a modificaciones del trazado, pero siempre ha logrado salir de todos aquellos contratiempos reforzada. Y digo reforzada porque ya se ha convertido en la mejor carrera del mundo tras tanto tiempo de existencia y tras haber presenciado leyendas y hechos insólitos en el automovilismo.
Sin ir más lejos, hace menos de un lustro vimos como el Toyota líder se estropeaba en -literalmente- la última vuelta, tras ir dominando la carrera con mano de hierro durante casi 24 horas. De este modo, cualquier marca, piloto o aficionado que se precie, daría su brazo izquierdo por alzar este ansiado título.
Todo esto está muy bien, la épica y el marketing, pero, ¿por qué hemos de ir a Le Mans? Lo dividiré en 2 grupos de peso: por qué ir a esta edición tan singular en concreto y por qué ir a Le Mans en general. Empezando por lo primero, sabiendo que se cumplían 100 años, era evidente que las marcas iban a apostar muy fuerte por esta edición y así ha sido.
No olvidemos que justo 2023 daba comienzo a un cambio de normativa técnica cuyo principal interés era una reducción de costes y, por ende, un mayor atractivo para los fabricantes. Gracias a esto, el éxito ha sido instantáneo con Toyota y Glickenhaus manteniéndose en la categoría y Ferrari, Porsche, Cadillac, Peugeot y Vanwall entrando a competir (y ojo que en 2024 se unen BMW, Lamborghini y Alpine).
Estas marcas tan potentes, con sus equipos oficiales llevados de la mano por nombres tan míticos como AF Corse, Penske o Chip Ganassi no estaban solos, sino que una horda de LMP2 y el último año de la amada categoría GTE (esta vez sólo con equipos AM, nada de escuadras con todo pilotos PRO), les acompañaban. Claro que no sólo veías este despliegue en pista, sino que toda la zona interior del circuito, el llamado “Village” estaba repleto de stands de las distintas marcas, con un repertorio masivo de merchandising más propio de una convención de comics que de los tradicionales puestecillos de coches a escala y posters que habitualmente puedes adquirir.
La oferta se completaba con una colección digna de ser admirada en el Museo del propio circuito, amén de actividades varias en pista. La otra cara de la moneda fue sin duda las hordas de aficionados que poblaban el circuito; no les culpo, yo era uno de ellos y entiendo perfectamente al organizador, hay que aprovechar el tirón y venderlo todo.
Pero dejando de lado esta singular edición, hay razones de peso para ir a Le Mans siempre. Por encima de todo, el ambiente de camaradería y amor por el automovilismo que se respira resulta casi insuperable, y digo casi porque solo carreras como las 24 horas de Nürburgring o las 500 Millas de Indianápolis pueden mirar a la cara al evento francés. Tu corazón se alegra viendo gente venida de todo el mundo, coches espectaculares aparcados en los aledaños, banderas apoyando a todo tipo de equipos – desde los más “humildes” a los todopoderosos fabricantes mundiales-, barbacoas a pie de pista y gente viviendo minuto a minuto la carrera sin perderse detalle a través de pantallas, radios o simplemente disfrutando de la acción en pista, sin importar que la noche sea profunda y el sueño ligero.
Cada edición tiene sus particularidades, pero siempre vas a poder disfrutar de algunas de las máquinas más bellas de 4 ruedas del mundo, con sonidos perdidos que te retrotraen a las épocas doradas del automovilismo y a escasos metros de ti. Poder disfrutar de los coches perdiéndose en la densidad nocturna del bosque tras salir de la curva de Mulsanne o interiorizar cómo negocian la combinación Indianápolis-Arnage son solo algunas de imágenes que se te quedan grabadas en tu memoria cual cincel renacentista sobre mármol.
Yo este año iba buscando escuchar los ya legendarios GTE en lo que ha sido su canto de cisne, con el 911 RSR como su máximo exponente, y desde luego que no ha defraudado. Lo escuché en 2018 y no quería dejar pasar la oportunidad de dañarme una última vez un poco más los oídos gracias a su motor 4.0 de 6 cilindros opuestos, su aspiración atmosférica y sus escapes de titanio; solo por eso valió la pena el viaje paliza de 10 horas de ida y otras tantas de vuelta.
La otra imagen que me guardo en el zurrón la capturé bien entrada la noche y tras un fuerte aguacero en la zona sur del circuito. Ocurrió mientras me encontraba junto a mi grupazo de amigos: Nico Abril y su hijo Alex, el otro Alex (Pulido), José Luis el chófer, Gonzalo el motero, Héctor de ifyoulikecars y su amigo Gonzalo, en la curva de Mulsanne en nuestro cuidado espacio, cómodos en nuestras sillas y escuchando Eurosport mientras veíamos a los coches llegar como exhalaciones de la recta de Les Hunaudiéres.
Una vez negociada la curva (algunos con más dificultades que otros), tocaba salir de allí dando gas, claro que, sin control de tracción, muchos con slicks (el resto del circuito estaba seco) y con coche de más de 600 cv, no resultaba fácil. Ese momento me cautivó: ver cómo los pilotos lidiaban con esa pérdida de tracción entre neumático y asfalto, ese patinar sin remedio buscando desesperadamente la μ que tanta importancia tiene en las carreras de coches, deleitarme con esos picos de subida de revoluciones del motor al enfrentarse al vacío, imaginarme el sudor de pilotos experimentados y noveles frente a aquella situación, todo ese conjunto de acciones que ocurrían en unos pocos metros se me quedaron grabados para siempre.
Aparte de esto, como era una ocasión tan especial, estiré la billetera y adquirí unas entradas mejores de lo normal. Con ello tuve oportunidad de ver la salida desde la tribuna de meta, literalmente a la altura de donde LeBron James dio el banderazo de salida, se tocó la Marsellesa o se exhibió el trofeo especial del centenario. ¿Recomendable? Sí. ¿Necesario? No tanto; con que tengáis unas entradas de tribuna para poder sentaros un rato, ver la salida y la llegada, suficiente.
También pude acceder al Grid Walk (paseo por parrilla de salida), en donde anduve entre los coches que se iban a batir el cobre unos minutos después sobre la pista. Casi lo mismo que antes, no merece tanto la pena, hay demasiada gente, y la interacción con los peces gordos (pilotos, jefes de equipo, personalidades…) es prácticamente nula por su hermetismo.
Al museo sí que hay que ir por todos los medios ya que los ejemplares que allí tienen no los vas a poder ver todos juntos en ningún otro evento a nivel mundial, aparte de la increíble colección de los más de 4500 coches que han participado en Le Mans, pero a escala reducida.
Lo que sin duda tenéis que hacer es prepararos bien para poder estableceros en una curva y disfrutar del espectáculo a pocos metros de la acción. Mi recomendación personal es Indianápolis-Arnage, pero casi cualquier punto del circuito es bueno para deleitaros con el espectáculo. Para enfrentarnos al viaje y como perfecta aliada, nosotros contamos con la inestimable ayuda de Mercedes, que nos dejaba una Clase T, la cual nos vino de maravilla ya que es un coche práctico pero con un cierto estilo y buenas calidades. No es una Kangoo, para que me entendáis.
Con ella puedes moverte por los diferentes puntos del circuito sin demasiado problema a pesar de los cortes que se producen en las carreteras aledañas. Si no queréis pegaros la paliza desde Madrid y sus 10 horas pisándole, no os queda otra opción que volar a Nantes o París y tirar de coche de alquiler; al final así ahorras unas 4 horas y sobre todo la paliza de conducir; pierdes en euros ganas en comodidad.
¿Volveremos? Sin duda. Las 24 horas de Le Mans siempre cumplen con creces y si encima Mercedes vuelve a confiar en nosotros para este tipo de viajes, mejor que mejor. Por cierto, ya hay fechas para el año que viene así que no os quedéis sin vuestra entrada, que este año se acabaron y para 2024, con una decena de marcas en la categoría absoluta y la introducción de los GT3 por primera vez en este campeonato, las entradas estarán igual de cotizadas.
Extra Lap
No podía faltar en un evento de este calibre, una buena subasta de nuestros amigos de RM Sotheby’s.
NICOLAS
18 de julio de 2023 a las 10:43Carlos …Muy buen artículo !!! El próximo año iré ……
Saludos a 8000 vueltas
Mileston
19 de julio de 2023 a las 07:44Increíble viaje, gracias por compartirlo con nosotros. Desde luego es, junto al TT de la Isla de Man uno de mis viajes pendientes.
Pit AMG
19 de julio de 2023 a las 07:46Yo tuve la oportunidad de ir hace unos 15 años y la verdad es que más que la carrera en sí, lo que recuerdo era el ambiente y el aura de misticismo e historia que rodea todo el evento. Desde luego quien no haya ido, que se lo apunte como un imprescindible.
Manu Campa
19 de julio de 2023 a las 10:25Grandes!! El año que viene mas!