Decepción. Esa fue la primera sensación que se manifestó según íbamos entrando en el Jarama.

De nuevo podías aparcar donde quisieras, de nuevo te podías sentar donde gustaras. Uno de los eventos “grandes” del Jarama y había menos asistentes que en un congreso sobre la mitosis de las células. Si no se publicitan estas cosas, desde luego no se puede esperar otra cosa, eso sí, es responsabilidad de la organización. Menos mal que según te ibas acercando a la línea de boxes el ambiente característico de las carreras se dejaba notar. Coches desmantelados en los garajes, los clásicos con un experimentado mecánico de pelo canoso trabajando en sus entrañas, los más modernos con un portátil enchufado a una de las múltiples tomas de datos.

El principal aliciente de este evento es la diversidad de vehículos que se ponen en pista. Repartidos en 5 categorías diferentes, desde los carismáticos clásicos hasta los rapidísimos GT’s y barquetas. Y dentro de cada categoría, la mezcla de conceptos tan dispares como un GT40 corriendo junto a un 911 RSR, o un Viper GT3 junto a un Mégane Trophy, impiden que puedas apartar la vista de la pista. Ver al Lola T70 traccionando brutalmente a la salida de las curvas o a la horda de Porsches redondearlas con esas traseras tan alegres bien se merecía robarle unas horas de sueño al fin de semana.

El campeonato VdeV surgió como una iniciativa entre varios amigos muy aficionados al automóvil, que guardaban verdaderas joyas en sus garajes pero no veían el momento ni el lugar en el que disfrutar de ellas. Así que acordaron varias citas en circuitos de renombre y consolidaron varios eventos en los que el compañerismo está muy presente (todos comparten la misma pasión), pero el enfoque apunta hacia la competitividad, y ahí es donde estos señores marcan la diferencia. No son pilotos profesionales, sin embargo son capaces de correr durante 6 horas seguidas llevándose a sí mismos y a sus máquinas al límite, disfrutan superándose a sí mismos vuelta por vuelta y dominando máquinas que pueden llegar a ser muy delicadas de conducir.

Ojalá todos pudiésemos pasar así el domingo con nuestros amigos, el factor clave es el económico. Pero otro punto fuerte de esta iniciativa es que los costes se pueden repartir entre varios pilotos, así que poner por ejemplo un Ginetta en pista no tiene por qué escapársenos de las manos. Con tu mecánico de confianza y un par de amigos solventes puedes sentir las mismas sensaciones que sentían Jacky Ickx, Derek Bell o Bruce McLaren en una especie de 24 Horas de Le Mans a escala. Por las caras con las que se bajaban los pilotos de los coches, a pesar del esfuerzo físico, se podría asegurar que la experiencia merece mucho la pena.

Aunque la mayoría de los pilotos son aficionados (con la honrosa excepción del ex piloto de F1 Alex Caffi) el nivel es realmente elevado, para muestra un botón: los clásicos más rápidos clavaban 1’40” en clasificación y los GT’s aún le rascaban 10 segundos más al crono, rondando el minuto treinta. Tiempos que son una barbaridad para el estado en el que se encuentra el asfalto del circuito, y con bajas temperaturas que tampoco contribuían a la hora de hacer tiempos. Así y todo, había máquinas a las que parecían no afectarle las condiciones externas, simplemente volaban. El 993 GT2 negro me quitó el sueño esa noche, el poderío con el que se movía por la pista rompía mis esquemas sobre las limitaciones de los 911. Los Mégane Trophy también demostraron un rendimiento espectacular, las horas en el túnel de viento se dejan notar bastante. Y el 964 3.8 RS nos regaló ese sonido metálico de bóxer atmosférico que tanto me gusta.

Sorprendieron también las siluetas, esos chasis tubulares con motor central y “cierto parecido” a utilitarios que vemos a diario. Comparten faros y pilotos con los coches de calle, no busquéis más similitudes. Los asientos traseros y el  amplio maletero dejan su lugar a un V6 de 3500cm³ con 400cv largos y a una caja secuencial de 6 velocidades. Al VW Scirocco le sentaba realmente bien el ensanche de carrocería, no podemos decir lo mismo del BMW Serie 1.

Los que siempre encandilan son los clásicos. Quizá sea esa pátina o aura que le da el paso del tiempo a un vehículo, pero lo cierto es que era imposible no sobrecogerse al contemplar las 8 trompetas de admisión que nacían en los carburadores del Lola, y que apuntaban hacia arriba como si fuesen a aspirar el cielo entero cuando aceleraba a fondo. Imposible era también ignorar el aullido del Osella “powered by BMW Motorsport”, que se comía las rectas y volaba en las curvas de una forma impensable para lo que aparentaban esas ruedas de 14”.

Había un Elva que de bajo que era rascaba el estribo siempre que abordaba el peralte de Pegio, y los Chevron mantuvieron un duelo entre ellos bastante interesante.

Los 911 RSR resultaban especialmente amenazantes, por los exagerados pases de rueda y el alerón de proporciones bíblicas. Y justo después te dabas cuenta de que estaban matriculados y en teóricas condiciones de circulación por carretera… ¡No me quiero ni imaginar cómo debe ser el paseo de los domingos con semejante aparato!

El álbum completo de fotos en nuestro Flickr:

Extra Lap

En 8000vueltas entendemos que no a todo el mundo le atrae el mundo del motor, pero sabemos que el público disfruta con el ambiente cercano que se respira en estos eventos, así que seguiremos haciendo lo posible para que estéis al tanto de próximas citas, que podéis consultar en el calendario del Jarama 2010.