Si digo con contundencia que todos los que frecuentamos el entorno 8000vueltas hemos soñado alguna vez con ser pilotos, casi con toda certeza esté en lo cierto ¿verdad?
De hecho, seguro que muchos de los que leéis este artículo lo habéis conseguido de una u otra manera. Tenemos la gran suerte de estar rodeados de lo mejorcito del panorama del motor en España y habitualmente en nuestros trackdays contamos con la presencia de pilotos de la talla de Lucas Ordoñez, Faust Salom, Carlos Arimón, José Manuel de los Milagros… además de con todos los que competís en categorías amateur de todo tipo: desde copas nacionales, rallyes, carreras de regularidad o eventos sociales como las 24 horas de Andalucía.
Y, ¿por qué no?, cada vez que nos ponemos el casco, nos abrochamos el cinturón y salimos a disfrutar de nuestro esperado trackday todos nos convertimos en el piloto con el que soñábamos ser de pequeños, y no tan pequeños. La velocidad, la adrenalina, la competición (en este caso contra nuestro propio crono personal) son los ingredientes que, en esencia, hacen que los que tenemos una debilidad inherente por el pilotaje, nos proporcionen una de las chispas necesarias para hacer más ameno el juego de la vida.
Pero volviendo al título, ¿cómo que piloto Red Bull?
Sí, sí, cómo os lo cuento, pero no de la escudería de Fórmula 1, ni tampoco de ninguna categoría exótica como el Dakar, muy a mi pesar… me explico.
Cómo la mayoría de colaboradores de 8000vueltas, el mundo del motor se trata de nuestra pasión/hobby y nos dedicamos profesionalmente a otras labores que poco tienen que ver con la competición. En mi caso, soy Ingeniero de Telecomunicaciones de carrera y responsable de producto para Samsung Electronics Iberia; la filial del gigante tecnológico coreano en nuestro país, que provee numerosas soluciones en electrónica de consumo.
Dos mundos aparentemente diferentes que, de vez en cuando, se han unido en la competición para protagonizar cameos interesantes…
Hace aproximadamente un año, como cualquier día normal de trabajo acudo a la oficina sin esperar que mis dos mundos preferidos se unan en una experiencia que difícilmente voy a olvidar. Sin embargo, dichoso es el destino: me comunicaba Elena Álvarez, Responsable de Proyectos en la Dirección de Marketing de Samsung, que la división de Televisión – el área en el que gestiono los productos – iba a estar presente como patrocinador principal en el Gran Premio Red Bull Autos Locos de Madrid presentando el nuevo proyector de la marca, The Freestyle.
Cosa que me alegró y fascinó al instante porque, ¿quién no ha visto alguna vez los vídeos de aquellos pilotos despeñándose por una colina superando – o no – numerosos obstáculos uniformados con temáticas extravagantes y absurdas?
Lo que no me esperaba es que Elena – muy a sabiendas de mi pasión por el automovilismo en todos sus estados y formas – me preguntara: Red Bull nos ha dado la opción de contar con nuestro equipo propio, ¿te animas a montarlo cómo capitán y participar? Completamente absorto y sin pensármelo ni media décima de segundo le digo: ¡Eso ni se pregunta! ¡He nacido para esto!
Durante el resto del día le doy vueltas a la propuesta y con ilusión hablo con Ignacio Martínez, Responsable de Producto de Sonido de Samsung, para que seamos los dos los locos de la empresa que se despeñen con un vehículo – de dudosa construcción como estamos habituados a ver – por una cuesta a toda velocidad. Él tampoco duda en participar.
Ignacio (Xiky como le llamamos cariñosamente), es otro habitual de los trackdays y amiguete de 8000vueltas. Es de esos compañeros de trabajo que irradia cercanía y buen rollo constante y que automáticamente se convierte en tu amigo por compartir la misma pasión. Buenas son las rutas que nos hemos hecho con su SLK y mi Z4, y mejores las conversaciones infinitas sobre los temas recurrentes de cualquier petrolead de verdad – ¡qué os voy a contar a los lectores sobre esto! -. Xiky es el perfecto acompañante para esta aventura.
Como resumen, Red Bull Autos Locos – o Red Bull Soapbox, como llaman los anglosajones – es una competición a nivel mundial que se celebra al menos una vez al año en todo el mundo donde corredores amateur se inscriben con el boceto de un vehículo de fabricación propia con la temática estética que se quiera, donde tan solo tienen que cumplir tres normas:
- El vehículo no tiene que tener propulsión
- Tiene que contar con capacidad de giro
- Contar con sistema de frenado
Ojo a como están redactadas las frases, no he puesto la palabra «dirección», no he puesto la palabra «frenos», sino todo mecanismo casero que haga que gire el vehículo y que reduzca la velocidad sirve para participar. Efectivamente, una locura.
Es por eso que la llaman la carrera más loca del mundo, y no dejan de tener razón: se tiran por una colina donde el récord de velocidad que alcanzó un auto loco fueron 72 km/h y en cualquiera de los Grandes Premios de Red Bull se suelen alcanzar velocidades superiores 50 Km/h.
¡Ojo!, a esas velocidades, con un coche hecho a mano y con obstáculos, saltos y trampas de todo tipo la probabilidad de pegártela y hacerte daño es – con toda seguridad – más alta que en la mismísima F1.
Pero eso no invade mis pensamientos ahora. En los videos de las ediciones pasadas se ve a la gente pasándoselo pipa. Seguro que tan peligroso no tiene que ser; si eso algún rasguño y poco más ¿no?…
Cómo ya seguro que bien sabéis, Red Bull es el gigante mundial líder en bebidas energéticas, pero no es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando alguien nombra la bebida que «te da alas». Desde el principio, el austriaco Dietrich Mateschitz y su socio tailandés, Chaleo Yoovidya (el verdadero creador de la bebida), desarrollaron una estrategia de marketing única basada en la presencia de su marca en ligas universitarias y en deportes minoristas, principalmente extremos y con aires aspiracionales.
Tuvo tal éxito e impacto en sus ventas que pasaron a otro nivel de notoriedad, impulsando su presencia en estos deportes, pasado a poseer equipos completos, desarrollar sus propios canales de contenidos extremos épicos y crear competiciones completamente nuevas como los Autos Locos o el Flugtag (aviones de fabricación casera saltando desde una plataforma).
Sin duda, cada vez que vemos el logo de los toros y el Sol, es inevitable que nos vengan reminiscencias de hazañas épicas en el ámbito deportivo extremo y, es por ello, que Red Bull ha logrado crear un estilo de vida. Un estilo de vida que la gente normal como nosotros miramos desde el más puro anhelo. Fantaseamos con saborear – algún día – una pizca de la gloria que alcanzan los atletas profesionales: idolatrados como auténticos héroes.
Volviendo a los Autos Locos, os estaréis preguntando: ¿cada cuánto tiempo se disputa? ¿dónde se hace? Bien, pues realmente no tiene una periodicidad claramente definida, lo que está claro es que difícilmente se vuelve a disputar en un mismo lugar de forma consecutiva.
El primero de la historia tuvo lugar en Bruselas en el año 2000. A partir de ahí estalló su éxito de manera exponencial en todos los continentes, a excepción de la Antártida por razones obvias (¿o no tan obvias? No le demos ideas a la gente de Red Bull…).
Algunos recordaréis que en España ya ha tenido lugar otra cita de los Autos Locos, y estáis en lo cierto: el 31 de octubre del 2015 se reunieron 70 equipos en la colina del Montjuïc en Barcelona, una cita que no se la perdieron miles de barceloneses y que envidiamos profundamente desde el resto de ciudades de España.
7 años y una pandemia mundial han tenido que pasar hasta que esta ya famosa competición volviera a nuestro país. Ya con la fecha y nuestra participación confirmada, tocaba ponerse las pilas y construir nuestro coche. Para ello, y gracias a nuestras pequeñas incursiones en el mundo del motor, contamos con la ayuda inestimable de profesionales que saben lo que hacen para que podamos cruzar la meta con el mínimo de arañazos posibles.
Aunque realmente el formato es de libre elección mientras cumpla con los requisitos técnicos, nuestra idea sobre el diseño consistía en mostrar lo máximo posible el diseño del proyector que promocionábamos mientras manteníamos el formato de triciclo biplaza longitudinal que habíamos elegido como base para el proyecto.
El copiloto debería ir situado en la parte posterior, directamente detrás del piloto, para conseguir la mayor estabilidad posible. Chasis tubular sencillo, dirección sobre eje delantero, frenos de disco sobre el mismo eje, suspensiones delanteras para amortiguar los saltos y trapecios basculantes… El diseño inicial tenía muy buena pinta
Cualquier cosa que tuvieras en el garaje podía valer para fabricar un Auto Loco, aunque lo más sencillo era partir de la estructura por ordenador e ir haciéndose con las piezas reciclándolas de otros vehículos: neumáticos de scooter, asiento tipo bucket de Side by Side, frenos de pinza Brembo de karts de competición… Para el montaje y la construcción tomamos la fina mano de nuestros colegas catalanes que contaban con el espacio, las herramientas y el material necesario. Semanas de trabajo más tarde ya empezamos a tener la estructura funcional.
Tras ver la foto os preguntaréis el porqué de que tengamos el coche completamente agujereado cuan cuña de queso Gruyere. Bien, uno de los requisitos – que no nombramos antes para poder contároslo en este contexto – limitaba el peso del Auto Loco en 80 kg como máximo. Y como os podíais esperar, en una estructura de casi 3 metros de largo y 1,8 de ancho, suspensiones, frenos y estructura tubular pesada, superábamos el peso máximo permitido por solo 1,5 kg.
Solo nos quedó agujerear todo aquello que pudiéramos, cortar el volante, prescindir de la suspensión, etc. llegando a incluso punzar la llanta trasera para sacar hasta el último gramo posible y entrar en el reglamento… cómo veis, técnicas más propias de la alta competición.
Tras los primeros ajustes nos disponemos a realizar la primer prueba dinámica, para ello nos ponemos piloto y copiloto en posición de carrera y mediante una cincha adherida a un quad empezamos a hacer las primeras lanzadas en unos terrenos privados con espacio suficiente. Alcanzamos los 60 km/h y frenamos numerosas veces para comprobar que todo estaba correcto. Lo que más me gusta es el tacto de la dirección, que se asemejaba a la de un kart; muy directa, algo que nos dará mayor seguridad en caso de que se nos complicara el aterrizaje en un salto; recordad que ya no disponemos de suspensión…
Solo faltaba vestir el coche con los colores y logos corporativos para tenerlo completamente listo para el fin de semana. Ya no quedaba nada y todo en lo que pensábamos la semana de la carrera era en cómo hacer la trazada y como equiparnos lo suficiente para salir airosos en caso de accidente.
Todo lo que sabíamos sobre la organización es lo que veis en este plano. La bajada se disputaría en domingo por el Paseo de Ruperto Chapí, en el Parque del Oeste justo en la zona de Moncloa. Serían más de 700 metros de bajada con una inclinación importante al principio y muy atenuada al final, contando con los numerosos obstáculos entre medias. Los «boxes» estarían en el Paseo de Moret y cada equipo dispondríamos de espacios de 3m x 3m para colocar el coche y, de paso, dar el máximo cante posible y sacar una sonrisa a todo aquel que pasara por la zona.
Al principio estimaban unos 30 equipos inscritos, pero acabamos siendo 54 de lo más disparatado… El sábado nos convocó Red Bull en el «circuito» para las verificaciones y el briefing técnico. Lo que creíamos que iba a ser algo sencillo y rápido se convirtió en un día completo de risas, ajustes y muchos preparativos; acabaron siendo los preliminares de lo que nos esperaría al día siguiente.
Los equipos empezaron a llegar y la zona de boxes comenzaba a coger color. Se empezaba a ver a gente disfrazada amenizando los montajes. Las personas de la calle alucinaban con los vehículos que empezaban a ser estacionados en sus respectivos espacios: platillos volantes, volcanes con ruedas, Minions gigantes… nada tenía sentido y era lo que lo hacía extremadamente divertido.
Nuestros vecinos de Box eran unos madrileños con su heladería del infierno móvil y unos manchegos denominados «Los Sardinetti» donde iban sobre una lata de sardinas casera tunning. Esto último iba a ser el adjetivo del fin de semana. Todas las creaciones eran auténticamente caseras, rudimentarias y muy, muy creativas… nótese que me he dejado lo de «seguras» a propósito en la guantera.
Pero eso no nos importaba ahora, solo se respiraba buen rollo, risas y el mínimo de preocupación por nuestra integridad física.
Tras el cachondeo del primer día llega el domingo, día de la carrera. Llego prácticamente el primero a los boxes, es de noche y aun hacía mucho frío aunque con previsión de solazo y temperatura perfecta para ser octubre. Los nervios estaban ahí, era imposible ocultarlos.
Se había generado muchísima expectación entre amigos, familiares y, por supuesto, también estaba la presión de todo el público general. Red Bull es experto en comunicarlo por todo lo alto con Carlos Sainz Sr. como representante, The Gref, Dani Clos y muchas más personalidades como mis rivales. Os podéis hacer una idea de la cantidad de gente que se esperaba.
Tenemos los móviles tan llenos de mensajes que nos vemos obligados a publicar en redes sociales los horarios, sitios donde ver la retransmisión, nuestra bajada, el paddock… La sensación de piloto y protagonismo es total. Después de tantos preparativos ya era una realidad, aunque sin dejar de tener el runrún de la responsabilidad, de hacer una buena bajada, de dar un buen espectáculo, no hacernos (mucho) daño y, sobre todo, no defraudar a tu gente y a tu marca.
Llega un momento a lo largo de la mañana en el que la Policía Municipal tiene que cortar el tráfico en el Paseo de Moret. Ni ellos mismos se esperaban tal afluencia de gente. Solo había una valla de separación entre los equipos y el público general no paraba de ser un goteo constante de amigos y familiares en el que sacabas un momento para hacerte la foto con ellos – y con desconocidos -. Hasta entrevistas con algunos medios, también con streamers que pasaban por ahí con sus directos. Muchas caras conocidas del mundo del motor, entre ellos nuestro amigo Pablo Bayo (Airmadrid) que había sido contratado como fotógrafo oficial. Y como no pudo ser de otra forma no podían faltar los chicos de 8000vueltas animándonos también.
Se acerca el medio día y nos llaman a todos los equipos al desfile previo por el trazado, la bajada del primer equipo sería a las 13:00, nosotros éramos el número 13 por lo que aún tendríamos una hora de margen.
El desfile, con la música a toda pastilla y gente disfrazada de todo tipo de cosas aleatorias, consistía en amenizar al público que estaba expectante y que, ni mucho menos se esperaba encontrarse con tal bizarro jolgorio.
Tengo que reconocer que me vi completamente abrumado por la cantidad de gente que había en todo el recorrido, no cabía un solo alfiler en las colinas del parque, el publico subido a los árboles y colocados para tener la máxima visibilidad del trazado y de las numerosas pantallas gigantes con la retransmisión en directo; fue en ese instante en el que los primeros nervios comenzaron a aflorar.
«Ojo, estos saltos son grandes; ojo, estas balas de paja no están nada blandas…» esto ya no es una broma y por aquí bajaremos a toda pastilla delante de miles de personas. 40.000 en el trazado para ser exactas, una barbaridad.
Nos situamos en la cola con el coche, vamos viendo que van llamando a los primeros participantes y de repente nos llega la información de que los dos primeros equipos no pasan del primer salto por accidente… Entre nosotros ya no hay tanto cachondeo. Mientras nos intentamos concentrar para la bajada el público nos da ánimos. Momentos de tensión mientras repasábamos la pequeña coreografía inicial hasta que nos dieron los cascos decorados con los colores de Red Bull, como los de nuestros ídolos. Más nervios.
Nos llaman a la plataforma de salida: ya no hay marcha atrás. Todas las cámaras empiezan a apuntarnos, lo mismo con los móviles del público. Notamos como ya todos los ojos están puestos en nosotros y no en el equipo anterior…
Un comisario nos da el ¡GO! y comenzamos con nuestra actuación previa con música y baile. Para ello tenemos a Antonio, Cris y Lucía con la coreografía. Mientras Xiky (copiloto) y yo estamos detrás lanzando tubos de serpentinas para hacerlo más visual. En el momento que termina la música tenemos que meternos en el coche corriendo para comenzar con la secuencia de salida (4 pitidos). En ese momento me coloco la visera del casco y veo de reojo que aparecíamos ya en un primer plano en la pantalla gigante del fondo.
Cómo dice un buen amigo del equipo: puerta grande o enfermería. Hay que ir a por todas. La única forma de alcanzar la gloria es dándolo todo. No hay excusas, ¡pero no la fastidies!
Comenzamos la bajada empujados por nuestros compañeros, los niveles de adrenalina subían de forma exponencial, lo notaba; El primer sector, recto, nos permitía ir relativamente relajados, lo que servía para ir animando al público a nuestro paso.
Llegamos a la primera chicane y la libro correctamente, me imaginaba que el coche sería muy ancho pero la rápida dirección hacía el doble giro muy sencillo.
Llegaba el primer salto, había dos muy peligrosos, este era uno de ellos y fue el responsable de varios incidentes graves que llevaron a su cierre tras un accidente que acabó en traslado al hospital. Se elevaba sobre una plataforma con agua para posteriormente saltar otra rampa. Llegamos con una velocidad de unos 35/40 km/h , decidí no tocar el freno. Pasamos el agua y saltamos tanto que no tocamos la plataforma de aterrizaje, sino directamente asfalto. Tuve que contravolantear dos veces ya que al aterrizar me encontré con el morro ligeramente hacía las barreras de paja.
Llega el segundo salto, una ondulación triple que vimos extremadamente peligrosa por lo que previamente a la salida decidimos dar un pequeño toque de freno por seguridad. El que peor parado saldría sería mi compañero, sin dudas.
Notamos un fuerte golpe al impactar el chasis contra la cresta de la segunda ondulación, lo que nos clava y resta una velocidad muy, muy valiosa, que no recuperaríamos al estar en la parte del circuito que menos inclinación tenía. Pero no pasa nada, lo hemos superado y ya solo quedan un par de obstáculos sencillos, aunque parece que el salto ha pasado factura y sufrimos algún tipo de problema mecánico que nos resta más y más velocidad.
Continuamos bajando la pendiente: un peralte nos precedía, pero solo teníamos que «meter» un poco el neumático para obtener los puntos de los jueces.
Por fin nos acercamos al último salto pero vamos muy lentos, sin embargo, las caras de la gente no eran de aburrimiento sino todo lo contrario ¡disfrutaban viendo el espectáculo que hacíamos intentando dar más velocidad a un vehículo desfallecido!
Últimos 150 metros, Xiky se pone de pie y empieza a conectar con el público, el coche cada vez va más lento hasta que se tiene que bajar y empujar como si de una prueba de bobsleigh se tratara.
Ya solo quedaba llegar a meta para saborear la gloria a pesar de la estructura del coche tocada y nosotros exhaustos. Fueron dos minutos, pero dos minutos agotadores con los corazones bombeando sangre como nunca lo habían hecho antes.
Llegó el momento de cruzar la ansiada línea de meta. Tras 2’19» la explosión de felicidad por haber hecho un buen trabajo y de llegar enteros me emocionaba al nivel de no poder salir del habitáculo durante unos segundos. No podía terminar de otra forma que abrazando a mi copiloto, ya estábamos listos para la merecida cerveza.
Ya abajo solo quedaba disfrutar y hacer labores de «representación», llevamos el Auto Loco al espacio de Samsung de la zona comercial donde se formó una cola orgánica de niños con sus padres para hacerse fotos con los «pilotos». Ver sus caras de ilusión me fascinaba y me recordaba al niño que fui, ilusionándome por cosas que ahora vemos pequeñas, pero que en aquellos momentos veíamos como un mundo.
Espero que hayamos dejado un pequeño poso para que en el futuro sean ellos quienes mantengan viva la llama de la competición en todas sus formas y colores.
La puntación final consiste en varios segmentos: actuación, diseño, tiempo marcado, número de obstáculos superados, velocidad máxima por paso de radar, espectáculo dado… aunque se trate de la carrera más absurda, bizarra y loca del mundo, cómo habéis podido leer en esta crónica, aun tiene todos los componentes necesarios para poder considerarse «competición»: es arriesgada, técnica, creativa y emocionante… tan pronto te lo quita todo como te eleva a la deseada gloria y te hace sentir como un auténtico piloto.
Extra Lap
Una imagen vale más que mil palabras, y un vídeo más que mil imágenes. Así que os dejamos el de nuestra hazaña al completo.
Fotografías cedidas a 8000vueltas.com por Samsung España
indeciso
10 de noviembre de 2023 a las 11:53Tremenda experiencia!!!!!