Como bien sabrás por nuestras redes sociales, este verano hemos tenido la oportunidad de visitar una región bastante ignota: Corea (del Sur, obviamente). Si aún no perteneces a la comunidad de seguidores de 8000vueltas, te dejamos aquí nuestros links de Facebook, Twitter, Instagram y LinkedIn. ¿Y qué puede esperar uno de Corea?
En materia alimenticia, seguramente algo picante, unas bases de arrocito, buenos ingredientes, verdura hervida y licores variados. En cuanto a la población, gente amable pero reservada, orden, concierto, limpieza y tranquilidad. Y, en cuanto a coches, ni la más remota idea. Indagando por el vasto océano de Internet no pude rescatar prácticamente nada de información; apenas algo en Speedhunters (sorprendente ya que es la página perfecta para este tipo de cosas) y vagas menciones en algún que otro blog. Sin embargo, de nuestro querido Road & Track, pude sacar un contacto coreano a través del artículo de Mack Hogan sobre la escena “underground” en dicho país. Y así empezó todo…
Tras un viaje de nosecuantísimas horas, por fin aterrizo en Seúl donde me encontré con mi colega Gonzalo, quien había llegado en otro avión unos minutos antes. Desde ahí, el trayecto hasta el centro de la ciudad lleva casi una hora, en un tren que poco a poco va abocetando lo que será el contorno de una megalópolis asiática con un área metropolitana de 26 millones de personas (la quinta más grande del mundo). Una vez en la estación central, nos dirigimos andando al hotel arropados por una torrencial lluvia que actúa cual filtro grisáceo en nuestra mirada.
Por deformación profesional, y personal, siempre me fijo en los coches que me rodean, especialmente si me encuentro al otro lado del planeta; me juego la mano derecha a que si estás leyendo este blog te pasará lo mismo. Aquí mi primera impresión fue, ayudada por el triste clima, que todo se movía en una escala de grises, no solo en cuanto a colores sino en cuanto a la variedad del parque automovilístico, todo muy nuevo, pero muy soso.
No le di más importancia al tema; acababa de llegar y lo único que me apetecía era salir a explorar la ciudad. Ya en el primer paseo tras dejar las maletas, callejeando por un barrio observé unas cuantas berlinas de lujo, rematadas por un CLS 63 AMG. Visto lo visto, aquí no hay motorizaciones cutres tipo BMW 114i o Mercedes 180 CDI: aquí son todo topes de gama y no es de extrañar, Seúl es la sexta ciudad grande del planeta (que representa al menos el 0,25% de la economía mundial) en cuanto a renta disponible de sus ciudadanos.
El salario medio mensual en dicha ciudad es superior a los 3200€ mientras que, en Madrid, por comparación, es ligeramente superior a los 2000€. Dicho esto, no penséis que los precios eran desorbitados ni mucho menos: comes por 7-8€ (muy buena calidad), transporte público más barato, incluyendo taxis, gasolina a 1,5€/l y el alojamiento más barato que he pagado en mi vida; supongo que las casas sí que serán caras (como en todo el planeta).
Pero yo tenía ganas de más y esa misma noche ya tenía plan automovilístico agendado. El cicerone esta vez sería DK (de los nombres más japo racer que te puedes poner), al cual accedí a través de mi contacto Mack. Aunque no podía ponerle cara a DK ya que, para un europeo, todos los coreanos son iguales (ellos piensan lo mismo de nosotros), nosotros en medio de Seúl sí éramos un blanco fácil (no pun intended). En el centro comercial de la quinta torre más alta del planeta, la Lotte Tower, tuvo nuestro encuentro. DK no sólo es un YouTuber reconocido con casi 30.000 suscriptores en su canal, sino que encima es un tipo encantador que se ofreció a llevarnos por los lugares más representativos de la escena local coreana.
Por supuesto todo comenzó con la recogida en su KIA y digo por supuesto porque, en 2020, Hyundai vendió 787.854 vehículos, KIA 552.400 (pertenecen ambos al mismo grupo empresarial) y, por ejemplo, Mercedes, marca extranjera más vendida ese año, solo vendió 9.546 unidades nuevas en el mercado local. Tras solo ver por las calles coches en blanco, gris o negro, todos iguales, como sacados de una nueva entrega del Show de Truman, teníamos ganas de conocer algo más autóctono, ya que, de vez en cuando, sí que te cruzabas con algún buen bólido por las grandes avenidas de Seúl. Con el dinero que esta gente tiene y una cultura automovilística reciente pero extendida gracias a las poderosísimas marcas locales, algo tendría que haber interesante.
Nuestra primera parada fue el parking de Yeouido, un punto local enclavado bajo las pilas de un mastodóntico puente para el tráfico rodado. La escena no podía ser más “underground”, con mayoría de coches coreanos destacando una reunión de Hyundai Elantra N como colofón de la insignia N de Hyundai, una fila de KIA Stinger GTs con tuneos de lo más variopinto y algún que otro coche de importación interesante. A pesar de no haber diferencias en cuantos al tipo impositivo según su procedencia, los coreanos sí que distinguen entre coches locales e “import”, ya que es bastante raro encontrarte con uno de estos últimos, resultando mucho más exóticos para el público en general.
Lo único que no vas a ver en Corea son coches japoneses. ¿El motivo? Los siglos de disputas entre ambos países, la anexión de Corea en 1910 como colonia agrícola japonesa, las guerras relativas al expansionismo japonés y la posterior disputa de la península tras la segunda guerra mundial entre los 2 grandes bloques en los que se había dividido el planeta. De este modo, lo raro de verdad es ver un Toyota (¡UN TOYOTA!), un Nissan o un Subaru, por ejemplo.
Aunque para abrir boca Yeouido no había estado mal, nuestro amigo DK achacó la baja afluencia a la intensa lluvia que estaba cayendo esos días. Por ello, fuimos a nuestro segundo punto de la noche: el parking de Namsan. Localizado a los pies de una céntrica colina en Seúl, el acceso al aparcamiento se realizaba por calles que me recordaban tremendamente al Need for Speed Underground 2, con sus curvas, luces de neón, lluvia, jardines a los lados… Una vez llegados allí, el panorama pintaba bastante mejor: coches un punto más especiales sobre una gran variedad de modelos y colores.
Nada más aparcar entablamos conversación con la gente, cosa que en Yeouido nos costó más y nuestra sorpresa fue máxima al encontrar a un coreano que sabía español. Lo aprendió en su estancia en California, hecho que me enorgullece como buen admirador del ya tristemente extinto Imperio Español. Él nos habló de la dificultad de modificar coches, la poca oferta circuitera o el alto valor de los vehículos (a pesar de contar con un IVA del 10%) o rebajas temporales en impuestos asociados al automóvil para estimular la demanda. Dicho esto, manejaba un 911 991 cabrio el amigo… Del resto del parking os dejamos unas fotos para que veáis lo que por allí se movía.
Con el buen sabor de Namsan y tras habernos despedido de DK, regresamos al hotel e intenté digerir mis primeras impresiones del mercado automovilístico coreano durante las interminables horas de insomnio provocadas por las 7 horas de diferencia de huso horario. A pesar de que hordas de coches insulsos inundan las calles coreanas, se veía un cierto reducto al más puro estilo aldea gala de aficionados entregados a la pasión por conducir.
Lo siguiente era buscar la otra cara de la moneda en cuanto a coches especiales, aquella en la que el conductor elige coche por la imagen, no por el disfrute. Por ello nos desplazamos al barrio de Gangnam, archiconocido por el hit Gangnam Style, uno de los más prohibitivos de la ciudad. Allí resultaba frecuente el cruzarte con Lamborghini Urus de todos los colores imaginables (y los no imaginables también), superdeportivos, berlinas de lujo y, en general, cualquier aparato de altas prestaciones, llamativo y con conductores de bolsillos profundos. Dejamos otra breve galería a continuación.
Tras varios días por la capital y lo que se ha propuesto como nueva capital, Sejong, desde 2003 (al más puro estilo Canberra o Brasilia) llegamos a la segunda ciudad del país, Busan. Respecto a Seúl, se notaba mucho más caótica, lo cual fue corroborado por mi amigo Moonseuk, técnico gubernamental de transportes, el cual me indicó que, a diferencia de Seúl, esta fue una ciudad que a medida que iba creciendo, se iba proyectando la red de carreteras y no al revés. Aun así pudimos ver a propietarios de flamantes deportivos aguantando estoicamente en pleno tráfico en vez de haber elegido la conveniente red de metro.
Al caer la noche nos acercamos a la zona de Haeundae, con la mayor renta per cápita de la ciudad, con la esperanza de encontrarnos material que fotografiar y la verdad es que no defraudó. SUVs ultra lujosos tipo Urus o Cullinan, AMGs o auténticos aparatos al nivel de Huracan Spyder o de DBS Volante, hacían las delicias de cualquier aficionado medio. No solo estamos hablando de coches con los que soñamos, sino que el decorado les otorgaba un aura especial. Me explico, allí en Corea la gente cuida sus pertenencias con mucho mimo, por lo que los coches están impolutos. De este modo, el color metalizado, en plena noche y con la luz de los neones callejeros, se crece de tal manera que las proporciones se magnifican, ofreciéndole al fotógrafo la posibilidad de conectar íntimamente con el coche elegido. Aquí en Busan íbamos con más prisa, sin posibilidad de indagar en la escena automovilística, por lo que apenas contamos con material al respecto.
De vuelta ya a Seúl, apurando nuestros últimos días en la península coreana, nos quedaba uno de los hitos por cumplir: la carrera de Formula E. Aunque es un campeonato que dista mucho de tener el glamour de la Formula 1, poco a poco se va haciendo un hueco en el corazón de los aficionados. Desde luego a mí me lleva gustando bastante tiempo por varios motivos. Es uno de los certámenes con más marcas oficiales implicadas: Porsche, Audi, BMW, Nissan, DS, Jaguar… Cuenta con el mejor plantel de pilotos y mejor pagados solo por detrás de la F1: Frijns, De Vries, Vandoorne, Bird, Buemi…
Los circuitos no son Spa o Interlagos pero a cambio se celebran en plena ciudad, sin que tengas que hacerte un viaje para llegar a ellos y, lo mejor, es que no cuentan con ningún tipo de escapatoria; aquí los errores se pagan. Por supuesto que te falta la música de gasolina explotando que siempre ha de acompañar a cualquier carrera de coches, pero no se puede tener todo en esta vida.
Con varios pases VIP que conseguí por mi condición de trabajador en la FIA, nos dirigimos toda la troupe a la zona de paddock del circuito de Seúl. Marcas presentando sus novedades eléctricas, DHL ofreciéndote un concurso de velocidad empaquetando o Samsung con sus gadgets más punteros eran algunos de los espacios más representativos que podías ver.
De ahí fuimos a la zona del estadio en donde nos sentamos para poder contemplar alguna de las curvas del trazado. Aunque no está mal ver pasar coches por delante de ti, siempre lo he dicho, las carreras mejor verlas desde casa; el resto es un coñazo, a no ser que tengas un pase ultra vip o seas un quemado súper serio y lo puedas vivir desde dentro con un equipo.
Tuvimos la suerte de poder acceder al podio de lo que serían las 2 últimas carreras de la temporada (sábado y domingo) aún con el campeonato en juego, aunque el antiguo compañero de Alonso en McLaren Honda, Stoffel Vandoorne, lo tenía bastante de cara y, no defraudó, alzándose con el título de campeón mundial. Por último, accedimos al garaje de Jaguar TCS Racing en donde varios ingenieros españoles operan y a los que agradecemos su hospitalidad. No da para mucho más la Formula E, pero siempre se agradece ver aficionados cerca del mundo del motor, aunque sea para ver aspiradoras en movimiento.
Esto que os he narrado, fue mi primer (y espero que no el último) paseo por Corea. Como veis, dentro de la escala de grises que inunda las carreteras de aquel país, siempre se pueden encontrar brochazos impresionistas de color que te dibujen una sonrisa el saber que, aunque te separen miles de kilómetros, hay gente que comparte ese modo de vida en el que la gasolina es lo que te corre por las venas.
Gonzalo San José
27 de septiembre de 2022 a las 21:05¡Demencial! No he podido evitar leer el artículo con tu «voz en OFF» y ha sido épico. Esa forma de narrar es demasiado personal, la echaba de menos.
¡Articulazo! ¿Cuándo dices que es el siguiente viaje?
Arendal
28 de septiembre de 2022 a las 23:57Gracias por este paseo personal por Seul. Sin duda, hay pasta ahí también.
Eso si, no quiero tener un accidente con el Mercedes G verde, si el capo es más alto q el techo del mb de al lado. Demoledor
Delarosa
5 de octubre de 2022 a las 16:29Qué perspectiva tan distinta de la Corea que yo conocí. Efectivamente los coches son blancos, grises, negros y muy aburridos… me costó mucho encontrar coches que se salieran de la norma.
Me alegra ver que allí también hay afición a los coches aunque cueste verlos por la calle, al menos en Seúl.
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