Prueba comparativa de la saga MINI GP, Parte II: el placer de conducir

Basta de rodeos (aunque si eres de Kansas entonces léete la primera parte de esta prueba) y manos a la obra.

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Me levanté ya exhausto, como aquel estudiante que lleva preparándose un importante examen durante semanas; quieres que todo salga a la perfección, pero sabes que el revoloteo de una mariposa al otro lado del planeta podría trastocar todos tus planes. En cualquier caso, como diría Cristiano Ronaldo, estaba “confiante” de que nada se iba a interponer en nuestro camino.

El punto de reunión de todas las generaciones de MINI GP y una unidad del Mini «clásico” estaría localizado en una gasolinera a los pies del Puerto de Somosierra, a unos 75 km al norte de Madrid. Desde mi garaje saldrían la última iteración de la legendaria saga, el GP3, y el antecesor de todos ellos, el clásico.

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A mí me tocaría llevar este último, al cual apenas le había hecho unos 10 km desde su recogida. Aunque parezca una distancia bastante corta, ya me percaté de la diferencia abismal con un coche moderno, de ahí mi reticencia a tratarlo como tal. Jorge Toribio, compañero de redacción y amigo, llevaría el MINI GP3.

Una vez en marcha parece que Jorge se olvida de que va haciendo de liebre para un coche creado hace más de tres décadas, por ello me fue dejando lentamente atrás, haciéndome sentir como el amigo al que abandonan en Dunquerque.

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Mientras surcaba la soledad de la A1, yo iba más tensionado que un habitante de Gaza la noche de San Juan, mirando constantemente por los retrovisores por si un camión intentaba rebasarme (a mi mente venían imágenes de El diablo sobre ruedas), a la vez que tenía constantemente un ojo en la aguja de las revoluciones y de la temperatura del motor.

La holgura del volante tampoco ayudaba, especialmente cuando te das cuenta de que el mismo está apuntando 10 grados a la derecha, pero el coche va en línea recta. Realmente, y según el dueño (mi amigo Cerve), no hay nada de qué preocuparse. Yo, sin embargo, por mucho que pasasen los kilómetros, seguía con la idea en la cabeza de que aquello iba a estallar por algún lado.

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Milagrosamente llegué sano y salvo a la gasolinera en la que habíamos quedado, para júbilo y gozo de los que allí ya estaban: Javi y Jon con su GP1, Eduardo con su GP2 y el escapado cual ciclista, Jorge, con el GP3.

Ahora, ya más relajado tras comprobar que el coche no derramaba líquidos ni parecía manifestar problema alguno, me puse algo más serio con el Mini clásico y me enfundé los guantes de Rauno Aaltonen antes de enfrentarnos a nuestro particular Monte Carlo madrileño.

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Como comentaba en la primera parte de esta comparativa de MINIs, la ergonomía interior del coche era paupérrima, más cercana a un kart que a otra cosa. En marcha las cosas no iban a ponerse más fáciles tampoco. A pesar de tener menos botones que una cafetera, la falta absoluta de ayudas a la conducción te devuelve a la época de Cuéntame.

El volante, pequeño y duro, te obliga a trabajar el tren superior como los lunes de gimnasio, pero a la vez te va gratificando con una sensación que no habías sentido anteriormente: una lectura sin filtrar (aunque imprecisa) del asfalto por el que circulas. Alegóricamente es como si me pusiera a leer en Braille, la conexión asfalto-piloto (papel-lector) resulta inmediata, aunque desconoces qué estás leyendo.

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Giras para entrar en la curva y el coche responde de un modo ultra directo. Cualquier coche mediamente moderno parece que funciona “by-wire” al lado de esto, pero antes de ello te toca bajar marcha. Frenas y frenas y frenas, pero el Mini sigue sin inmutarse. Es ahí cuando te das cuenta de que hay que resetear el estándar de fuerza que hay que aplicar sobre los mandos para conseguir un cambio: tienes que hundir el pedal central con decisión, porque de lo contrario te espera el abismo (literalmente).

Gracias a Dios el coche no corre absolutamente nada, aunque el ruido del motor sí que se incremente a medida que pisas el diminuto acelerador. Ahora sí, ya puedes bajar un hierro, si es que encuentras el camino correcto entre los engranajes comandados por la imprecisa palanca de cambios.

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Por fin reduces marcha (o eso esperas), giras y vuelves a la carga. El coche no cumple ni el más mínimo estándar europeo automovilístico moderno (conducción, fiabilidad, seguridad, ergonomía…) pero, no sabes ni cómo ni por qué, te ves dando grititos de euforia cual adolescente tras una conquista veraniega.

Con el Mini clásico son todo problemas hasta que empiezas a adaptarte a él, a su minúscula batalla, sus ruedines, su famélico motor, a su dirección no asistida o a su falta de servofreno. Todo exige que haya un aporte activo desde el lado del conductor, algo que encarna a la perfección el placer de la conducción. Adelantando acontecimientos, os puedo decir que fue el coche favorito de varios de nosotros (pero no el mío).

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Una vez en lo alto del primer puerto, tras haber hecho las fotos de rigor, tocaba cambio. La verdad es que cualquier coche que cogiese en ese momento iba a significar un shock después del Mini clásico. Siguiendo un orden cronológico, tocaba probar el GP1 de nuestros colegas vascos.

Ya antes de cogerlo tenía unas expectativas muy elevadas acerca del mismo, no solo por lo que había leído o escuchado sino porque yo mismo estuve cerca de comprarme uno igual hace unos años, con lo que puedes imaginar lo mucho que me gustaba en su época y lo especial que era para mí poder conducirlo ahora.

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Estéticamente me resulta especial, con unas dimensiones contenidas, pero con un aspecto que te advierte del peligro. Ya dentro, a los mandos te sientes como de vuelta a casa por Navidad: botones en su sitio, asiento cómodo, pedales bien colocados, volante correctamente posicionado… En definitiva, un coche moderno a todas luces.

En marcha ya ves que, al igual que el Mini clásico, el GP1 podría matarte, pero por otros motivos bien distintos. Ahora el coche sí que corre, frena, gira y hace todo lo que le podrías exigir. Lo primero que me transmite este coche es dureza, no solo de suspensiones (que es lo que siempre asociamos a la palabra “dureza”) sino de todos sus elementos mecánicos; desde los pulsadores de elevalunas eléctricos hasta la dirección, pasando por una caja de cambios ruda pero directa o, ahora sí, un conjunto chasis-suspensiones muy rígido.

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Una vez emprendida la marcha y con tiempo para asimilar el cambio de montura, te sorprende la ligereza que destila el GP1, la cual te embriaga desde los primeros compases del tramo: rudo, pero capaz de arrancarte una sonrisa malvada que te atraviesa la cara, como el Joker de Batman.

Sales de una curva y enfilas una estrecha recta, recién asfaltada, con tiempo para centrarte en el motor. El mítico chirrido del compresor va en aumento a la vez que la aguja de las revoluciones. No puedes perder mucho más tiempo mirando el cuadro, levantas la vista y subes de marcha de un modo ultra rápido gracias al corto recorrido de la caja de cambios y a una dureza que, al contrario de cuando circulas a baja velocidad, te guía en tus intenciones de seguir acelerando.

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Este atributo (la dureza general del coche) te acompaña curva tras curva, marcha tras marcha, y de nuevo piensas: «Buf, me debería comprar uno de estos ya mismo». El vello de la piel se te eriza y el corazón se te acelera ¿hace cuánto que no sentía yo esto? Ahora recuerdo por qué me pasé horas y horas frente a Autoscout buscando uno.

En un abrir y cerrar de ojos te plantas en una horquilla en bajada, frenas duro y el coche se clava, volantazo y el coche gira, vuelta al gas y el coche sale como un cohete. Es impresionante. La ligereza y la cuesta abajo hacen que el 1.6 pueda retomar la escalada por el tacómetro hasta la zona roja sin necesidad de bajar marchas.

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Apoyo tras apoyo el coche te recuerda por qué se convirtió en un animal mitológico. Con una trasera bastante viva por la falta de peso en dicho eje, el GP1 requiere manos y confianza, pero es una auténtica delicia de conducción.

Podría mejorar ligeramente en todos sus aspectos (un poquito más rápido, un poquito más preciso…), pero su gracia quizás radique en ello, en tener una personalidad propia.

Tendré definitivamente que retomar mis búsquedas de segunda mano.

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Tras un breve pero intenso turno a bordo del GP1 tocaba seguir «subiendo», ahora en el GP2 de Eduardo. Este modelo (R56), tanto por fuera como por dentro, representa una mejora sutil pero efectiva de todos sus elementos respecto al GP1 (R53): mejores acabados, tacto más «natural», un mejor motor a todas luces y una parte ciclo de tacto igualmente duro, pero con un punto más de comodidad.

Me pongo en marcha y la tónica dinámica es exactamente igual que la estética; todo es ligeramente mejor que en el GP1 (no siempre más divertido, cuidado). Me incorporo a la carretera desde un aparcamiento anexo y el GP2 se mueve con la soltura de un felino. En términos absolutos, gracias al motor turbo, el GP2 corre claramente más que el GP1 a pesar de que declaren la misma potencia (218 cv). Tal y como mostraba de maravilla su antecesor, la ligereza es su punto fuerte.

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Con una aceleración que impresiona, te plantas en la primera sección de curvas enseguida, bajas marcha y te tiras al vértice ¡Dios mío, pero si esto es aún más efectivo que el GP1! Tu cerebro aún no lo procesa bien, quieres más, la testosterona y adrenalina inundan y tus sentidos se funden con los del coche; tus movimientos empiezan a ser instintivos, sin sustos de ningún tipo, con un chasis que te lo permite todo y más. La velocidad de paso por curva no para de aumentar y las revoluciones con ella.

Hubo un tramo de varias curvas enlazadas que ha quedado grabado a fuego en mi mente como uno de mis favoritos para siempre. A la vez pensé en Eduardo y me dije a mi mismo ¿no estaré maltratando el coche y esto supera los límites admisibles? Su dueño me confirmó que no debía preocuparme, ya que lo que estaba viviendo eran ni más ni menos que las reacciones naturales ante un coche diseñado para disfrutar.

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Dicho esto, lo que más me llamó la atención fue que con el GP2 puedes leer la carretera aún mejor que con el GP1, quizás gracias a un set-up de suspensión algo más blando, que permite más precisión en zonas reviradas y ligeramente bacheadas por las que rodamos ese día. En definitiva, un auténtico misil tierra-tierra.

Tocaba despedirse del GP2 no sin mucho pesar en nuestro corazón. Tras este increíble coche (que ya habíamos probado en 8000vueltas en 2014 y se convirtió en uno de nuestros favoritos) y tras el GP1, sabía que no era fácil seguir mejorando con el siguiente aspirante al título, el GP3.

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Tuve la oportunidad de hacerle unos pocos km al mismo cuando lo recogimos para la prueba a fondo que mi compañero Fernando Lázaro realizó del coche (la cual puedes leer aquí) y mi corazón ya notaba que esta nueva iteración no seguía la misma filosofía que sus predecesores. Simplemente el hecho de montar una caja automática transforma la experiencia de conducción en algo más ajeno a ti. Uno no se amalgama con el coche de la misma manera.

A lo que no se le puede poner una sola pega es al interior, de una calidad muy por encima de la de sus hermanos mayores (el GP1 y el GP2) y que va cargado de extras, ayudas a la conducción, seguridad y soluciones multimedia tal y como se espera de un coche moderno de este nivel de acabados, calidad y precio.

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El tramo con el GP3 empezaba de un modo correcto, sin estridencias. El coche responde con rectitud a las primeras exigencias a ritmo normal: la caja de cambios es rápida, la dirección precisa, el motor alegre, el chasis deportivo… Sin embargo, las cosas cambian en cuanto el ritmo sube a cotas serias.

Es cierto que el 2.0 turbo corre mucho, muchísimo (con más de 300 cv, es esperable), sin embargo carece de fuerza abajo y es muy lineal arriba: es básicamente un motor de «medios». El primer factor es mitigable con una doble bajada de marcha y el segundo, lo sería con un sonido adecuado de escape/motor; desgraciadamente -y esto es tónica general hoy en día debido a la norma Euro 6- , el sonido no es lo radical que esperarías de un coche que se promociona como el súmmum de la deportividad para circuito.

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Por otro lado, si te compras un coche en el que se priman las sensaciones –y BMW, propietaria de MINI, ofrece sus modelos más enfocados a la conducción deportiva con cambio manual, como el BMW M2 CS- ¿por qué una caja automática?, o más concretamente ¿por qué una caja automática poco deportiva?

En modo #Maximum Attack ciertamente echamos de menos «algo más», aunque como decía mi compañero Lázaro en su prueba a fondo:

«No es instantánea, pero no puedes frustrarte porque no cambie en el milisegundo en el que has tocado la leva de reducir marcha. Únicamente tienes que acostumbrarte a reducir un segundo antes de lo que lo harías con una caja de doble embrague y ya está».

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El punto fuerte del GP3 es sin duda es el conjunto de chasis y suspensiones. Es cierto que no sientes la ligereza del GP1 o GP2 al conducirlo, y que las mayores dimensiones lo hacen algo más incómodo en puertos pequeños, pero aún así, la velocidad de paso por curva gracias a las rígidas suspensiones y a unos neumáticos semi-slick de factura moderna hacen que el GP3 sea muy superior al de los otros coches hoy presentes.

Como ya habíamos comentado, el aspecto más delicado del GP3 es su incesante tendencia al Torque Steer, que efectivamente es la influencia del motor sobre la dirección, especialmente en aceleración en curva. No vamos a ahondar mucho más en ello, pues ya le dedicamos su espacio en la prueba a fondo que hicimos de este coche; simplemente recalcaremos que la física es la física y esto es solo la consecuencia de una puesta a punto muy radical.

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Habrá gente que disfrute de la sensación -y emoción- de domar al potro desbocado, mientras que para otros será un factor limitante en la diversión. Probablemente donde mejor se sienta este coche es en circuitos de curva media y rápida, con muchas zonas enlazadas (Nürburgring, Spa, Motorland, Paul Ricard…), escenarios donde gracias a su potencia, duras suspensiones y agarre, dejaría en la estacada a los GP1 y GP2 sin miramientos.

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En un tramo de montaña bacheado, donde no es fácil aprovechar estas cualidades -incluso pueden jugar en su contra en determinados momentos-, seguramente seguiría siendo más rápido, pero también claramente menos divertido, por lo menos para el que escribe estas líneas.

En resumidas cuentas, ¿con qué coche nos quedaríamos? El Mini clásico fue el favorito de muchos de los presentes. Su conducción, tan pura y alejada de los cánones actuales, inspiró a los responsables de BMW en su lema “Go-kart feeling” cuando la nueva generación de MINI vio la luz al principio del milenio y no es para menos. Sin embargo, para mí es un paso hacia atrás demasiado grande si lo que buscas es esa mezcla mágica de diversión y velocidad.

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El GP3 es indudablemente especial y, sobre todo, es el único que puedes comprar nuevo hoy en día, lo que lo convierte en la opción perfecta -y única- para aquellos que no quieren un coche usado ni renunciar a las siglas GP de MINI. Quizá no sea el más «redondo» en términos de disfrute al volante (aunque como es lógico es un coche «mejor» en todo lo demás) y, en las circunstancias adecuadas es capaz no solo de dejar en la estacada a cualquiera de sus hermanos, sino de poner en aprietos a coches teóricamente más rápidos o potentes. Sin embargo, el GP3 tampoco es el (mi) elegido.

Quedan 2 coches y yo estoy como Héroes del Silencio: entre dos tierras. Finalmente y tras mucho meditarlo, tengo que reconocer que mi elección sería el GP1. Sí, sé que es ligeramente mejor en todos los aspectos el GP2, pero creo que el original tiene el mérito de haber sido creado de cero y de haber sentado las bases de esta legendaria estirpe.

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Dejando la épica aparte, personalmente creo que sus proporciones son perfectas, su estética es agresiva y su manejo visceral, agresivo y sin concesiones (pero sin llegar a lo que representa el Mini clásico).

Respecto al GP2, poco más que añadir que no se haya dicho ya en este medio o en otros; es un coche casi perfecto: bello, especial, ultra rápido y que pule los defectos del GP1. Entonces ¿por qué no elegirlo sobre el GP1?

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Sencillo; y es que los humanos somos así, competitivos. Y para nosotros toda recompensa sabe mejor cuando exige esfuerzo y dedicación, cuando no siempre es fácil. A mí me gusta la carne cruda, el alcohol a palo seco, las mujeres peligrosas y el MINI GP1.

Así es la familia GP, el apellido que te devuelve las ganas de conducir. ¿Cuál es tu favorito?

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Fotografías realizadas por Francisco Carvajal. Toda la galería disponible en nuestro Flickr.

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8 comentarios en “Prueba comparativa de la saga MINI GP, Parte II: el placer de conducir”

  • Roberto Merino

    28 de julio de 2021 a las 13:49

    Qué ganas tenía de esta segunda parte!!! Menos mal que cada miércoles hay sorpresa en 8000vueltas, solo esperaba que no metierais otro artículo de por medio… :)

    En cuanto a cual elegir, ya lo dejé claro en la primera parte, a mi póngame un R53.

    Fantástico relato y fotos.

  • Mileston

    28 de julio de 2021 a las 13:51

    Entiendo que el autor de este relato elija el R53 razones personales, pero vamos, que a todas luces el «bueno» es el R56. Corre más, está mejor hecho, es casi igual de bonito…Yo no tengo duda, desde luego.

  • Pit AMG

    28 de julio de 2021 a las 13:53

    Seré un raro, pero sigo diciendo que a mi esa brutalidad del GP3 me encanta. Y he probado esa caja en otros modelos y, vale, puede que no sea la más deportiva del mundo, pero lo cierto es que va de coj***s.

    Por otro lado, tengo que reconocer que a bonito gana de calle el GP1.

  • Alez

    28 de julio de 2021 a las 13:59

    A mi el que más podría haberme encajado era sin duda el GP3, creo que es un coche también muy especial y que está a años luz en calidad respecto a los otros dos coches, sin embargo acabé comprándome un i30 N Performance porque creo que era un coche con una filosofía más sana.

    No entiendo por qué teniendo un GP1 de 218cv y un GP2 también de 218 cv, el GP3 tenía que tener más de 300…

    Creo que hubiera sido un coche mucho mejor con unos 250-260 y cambio manual. El JCW «normal» tiene 230 cv, con lo que habría sido un escalón lógico y mucho más fácil de gestionar.

    Por otro lado, si hay un GP4, ¿Cuántos cv tendrá, 350? es que es inviable en un mini. Aunque pensándolo bien, quizá sea el último mini GP de combustión que veamos…

    El artículo como siempre, fenomenal y en cuanto a la pregunta final, a mí un GP2.

  • Christian

    28 de julio de 2021 a las 14:26

    Como propietario de un GP1 decir que es uno de los artículos que más ganas tenía de leer, siempre nos preguntamos cual , entre MK1 y 2 , es el mejor y no hay forma de ponerse de acuerdo.

    Personalmente , como estética , me gusta más el 1o , se ve tan pequeño pero a la vez tan proporcionado y musculoso , con sus detalles de cambio de colores en los lugares perfectos , el 2 también es muy bonito pero parece que la combinación de colores y detalles no lo ensalza tan bien. No lo he probado pero me encantaría saber si subir de vueltas es tan apasionante como lo es con el compresor del primogénito. Por favor que alguien me responda a esto ;)

    Y un último apunte , cuanto más tardéis en comprar uno más os arrepentiréis , por el tiempo perdido en disfrutarlo y por el aumento de precio que se le esperan.

    Saludos!

  • Piloto de mentira

    29 de julio de 2021 a las 10:26

    Se me cae la baba, vaya fotones de mi coche favorito. He tenido un GP1 y ahora un R56 JCW, por aquello de tener asientos traseros. Siempre he echado de menos esa brutalidad del GP1 pero el 99% del tiempo es mejor coche un JCW que un GP, demasiado radical para no estar yendo pie a tabla. Pero ese 1% hacía que valiera la pena. Y ya puestos a conducir un coche salvaje yo me quedo con el más salvaje de todos: el GP1.

    Eso sí, vaya prueba. Lo que me he reído!! Cualquier día viene la inquisición y os cierra la web. Grandes!!

  • RUF Tayson

    29 de julio de 2021 a las 11:24

    Como propietario de un GP3 tengo que decir que tanto la prueba a fondo que hicisteis como estos dos artículos reflejan muy bien la realidad de este coche: o lo amas o lo odias.

    En mi caso, tengo que decir que inicialmente no me convencía mucho e incluso estuve a punto de ponerlo a la venta, pero tras 7.000 km, muchos de ellos por puerto de montaña a ritmo de disfrute, tengo que decir que es un coche que te va conquistando poco a poco.

    A día de hoy veo dificil que lo cambiara por otro GTI deportivo tipo Megane, i30, Golf R, Yaris, etc. no obstante, estoy seguro que ninguna marca -entre las que incluyo a MINI- haga un coche malo, simplemente va dirigido a un público muy específico.

    Buena prueba y buenas fotos. Tenéis un nuevo seguidor entre vuestras filas.

  • sr.kiwi

    29 de julio de 2021 a las 15:25

    Muy buenos ambos artículos, así dais a conocer coches que no son comunes, y nos hacemos a la idea de sus prestaciones y virtudes/defectos.

    Pd. Peeero… Siempre hay un pero… No cambiaría mi mr2 por cualquiera de ellos, un tracción delantera se conduce, un tracción trasera se pilota, ahí lo dejo… ;P

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