…pero unos más que otros.

No podía empezar mi primer artículo tras la pérdida de nuestro querido Ramón sin titularlo así. Del mismo modo que no podía dejar ese título tal cual dada la temática que os traigo.

Hace tiempo que me he dado cuenta de que me hago mayor, muchas cosas me lo indican. Hace años ya escribí un artículo titulado «El fin de los coches» y no me gustaría volver a escribir el mismo artículo. Aunque lo recuerdo vagamente -una oda a los tiempos pasados que mi cabeza recuerda-, quizá consiga escribir algo diferente. Alguno se preguntará por qué me molesto en hablar sobre los mismos temas una y otra vez; probablemente por nostalgia, aunque hay alguna razón más.

Esa razón es que el automóvil ha muerto…pero no del todo.

Ha muerto el automóvil que conocíamos el común de los mortales, al menos en Europa. Hace tiempo, tener un 16v de gasolina era tener un coche molón. Ahora, el súmmum de los coches que molan (perdonad que me descojone) es un Tesla Model 3 Dual motor Wifi 5G con interior Ecovegan que se tira pedos (literal). Y así con todo. No han muerto los coches, lo que está languideciendo es el interés de la gente por ellos, aunque quizá siempre haya sido así. A ver si me explico, porque tengo varias ideas en la cabeza.

Primer punto: los coches actuales ya no se diseñan para ser conducidos.

Hablo de diseño mecánico, no del diseño exterior; aunque aquí tampoco se están rompiendo mucho la cabeza, cada vez se parecen todos más entre ellos y, a su vez, a la lavadora que tengo en mi cocina. Cada vez cuesta más distinguir los coches por la calle, cada vez se parecen más entre sí los modelos de todas las marcas. Esto tiene sus motivos: por un lado, las normativas para proteger a los peatones se han llevado por delante los faros escamoteables, los morros afilados y muchos otros recursos estilísticos de nuestros queridos coches. Curiosamente, los autobuses urbanos siguen siendo un rectángulo con ruedas y caras planas.

Por otro, los diseños de los coches tienden a ser anodinos porque, de algún modo, parece que cuanto más discreto sea, mejor. Atrás han quedado los colores llamativos (ahora todos los coches son blancos, grises, negros y algún rojo apagado), las líneas coloridas, las llantas con garganta o los escapes fálicos que petardeaban. No, ahora muchos coches con aspiraciones deportivos, incluso algunos buenos deportivos, tienen escapes de mentira con formas triangulares (!?) mientras que los gases de escape salen por un pequeño tubito escondido, no vaya a ser que descubramos que los residuos de la combustión van a la atmósfera.

Con la moda de los SUV, los coches con forma de huevo pueblan nuestras carreteras y, con algún otro truco de microhibridación, una mole de 2.200kg y 300cv (la antítesis de la eficiencia y el raciocinio) tiene una etiqueta ECO y puede circular por donde le plazca. Mientras, tu MX-5 del 94 sólo puede esperar unos años, pasar por caja y convertirse en histórico.

Volvamos al primer punto: diseño mecánico. Cuando las carreteras tenían curvas y la electrónica era cosa de los cohetes espaciales y de las calculadoras, había que hacer coches que giraran bien y que le dijeran al conductor qué estaba pasando a su alrededor, así como darle las herramientas para dirigir esa nave. Gracias a este planteamiento teníamos coches familiares que eran un gusto para practicar la conducción deportiva. Independientemente de lo rápidos que fueran, se disfrutaba al volante.

Con el avance imparable de las ayudas y los sistemas de seguridad estamos en una transición a la no conducción. Ahora viajamos por autopista rectas, o casi, donde apenas hay que tocar el acelerador o el freno (control de velocidad adaptativo), el volante apenas se gira unos pocos grados (guiado semi automático de la dirección)… y podemos sumar cambios automáticos, luces automáticas, limpiaparabrisas que funcionan solos y un montón de gadgets de los que me olvido, todo ello rodeado de una gran cantidad de aislante acústico y térmico que hacen de nuestros desplazamientos una experiencia tan aséptica como ojear el Hola en la sala de espera del dentista.

No digo que sea malo, la seguridad ha aumentado muchísimo y la comodidad también. Así que no es malo, quizá sí aburrido.

Segundo punto: los coches están socialmente mal vistos.

La generación de nuestros padres creció con unos objetivos y un planteamiento de vida muy diferente al nuestro. Hace no muchas décadas era muy habitual vivir 5 o 6 personas en la misma casa, cuya única fuente de ocio eran tus hermanos, un televisor y poco más (si te gustaba la lectura el aburrimiento no existía, pero estoy generalizando). El anhelo de la mayoría era salir lo antes posible de allí para poder saborear la vida, la libertad.

Y si los coches han supuesto algo en nuestra sociedad ha sido libertad. También avance tecnológico, puestos de trabajo, riqueza… pero esto se le ha olvidado a nuestros políticos. En 2022, tenemos una oferta de ocio enorme en casa: servicios de streaming, televisión a la carta, videojuegos (en muchos hogares seguro que ya no hay ni libros)… y también podemos pedir que nos lleven a casa desde la compra de la semana a un armario o una tele nueva. Al menos en la ciudad, que a veces se nos olvida que el 16% de la población española (casi 8 millones de habitantes) vive en el entorno rural.

Por otro lado, los coches contaminan y contaminar está mal. Está mal si eres un particular de clase media. No está mal si tienes una flota de barcos mercantes que no cumplen ninguna norma Euro porque el país tercermundista bajo la bandera que navegas no te lo pide, o si vas en tu avión privado al foro de Davos.

Aludiendo al calentamiento global nos están obligando a cambiar de coche, a electrificarnos en pos de un planeta más verde (falacia sobre la que ya hablamos en este y este artículo) y otras cosas en las que no voy a entrar, porque la política no tiene cabida aquí.

Lo que creo que es irrebatible es que las tendencias sociales no dejan en buen lugar al automóvil como lo entendemos nosotros. No hay más que ver los anuncios de la televisión: en muchos casos no sabemos si venden un coche, viajes, bicicletas, una App u otra cosa. Por cierto, quieren prohibir sacar anuncios de coches con motor de combustión… Por otro lado, ¿has intentado buscar el 0-100 km/h de cualquier coche que no sea un deportivo puro y duro, y donde esa cifra sea un argumento de venta? Es imposible de encontrar el dato en la web de los fabricantes. Imposible.

Tercer punto: a los jóvenes no les interesan los coches

Esto es mentira pero lo he puesto igual. Lo que sí ocurre es que antes había grandes grupos de aficionados al entrenamiento disponible en la TV: te iba el fútbol, el baloncesto o los coches (y las motos). Hoy la oferta de ocio dentro de tu móvil (Instagram, TikTok, música, series…) es tan grande que el motor ya no tiene esa capacidad de impacto. Pero sobre todo, la situación laboral de la juventud (ya hablamos de los precios de los coches en la actualidad y hace 30 años, relacionándolo con el salario y el poder adquisitivo) no les permite tener un coche en propiedad y por tanto, ya no es un objeto aspiracional (¿para que venerar algo que no puedes tener?). El automóvil es para ellos una herramienta para desplazarse, pero hace tiempo que dejó de ser un símbolo de status como sí lo fue en décadas pasadas. Simplemente no parecen estar especialmente interesados.

El final de mi reflexión es que cada vez que me subo a un coche moderno (y son muchos, y algunos son los mejores que se pueden comprar gracias a nuestras benditas pruebas en 8000vueltas) noto que ya no me acelera el pulso. Corren mucho más y son infinitamente más cómodos (y grandes) que antes, pero ya no me transmiten lo mismo.

Conducciones filtradas, cambios automáticos de 37 marchas, pesos y dimensiones exageradas y diseños grotescos, es un cóctel que se podría decir que aplica a muchos de los coches que se pueden comprar nuevos en un concesionario. Eso sí, aunque me gustan las pantallitas, poder conectar mi móvil al coche y poner Google maps y Spotify, echo de menos sensaciones, poder interactuar más con coches que cada vez están más desconectados de mí.

Incluso cuando tenemos la suerte de probar algunos deportivos con cambio manual, en algunos casos, me ha parecido que era algo anacrónico. ¿Para qué iba a querer cambiar de marcha en un coche así? No nos engañemos, el cambio automático es mejor casi siempre: más cómodo, más seguro, más rápido… yo adoro cambiar de marcha, pero no en un coche así.

Yo adoro cambiar de marcha en un coche que me impregna de sonidos, y olores, en un coche que aúlla a altas vueltas. Coger el pomo y notar el tacto mecánico, sentir el metal desplazándose cuando acciono mi mano y bailo con mis pies acompasados para subir una marcha o, aún mejor, para reducir mientras hago un punta-tacón. Porque el coche me lo agradece (no enviándome contra el arcén), porque si lo hago mal me penaliza, porque, a fin de cuenta, alguien tenía que hacerlo. Porque algunos coches han sido hechos para ser conducidos y son los coches que me sacan una sonrisa.

Pero no está todo perdido, ¡qué va! Hay coches increíbles que puedes comprar esperando por ti, ¿cuales? Muchos los puedes encontrar en las últimas pruebas de 8000vueltas. Porque todavía hay esperanza, todavía hay pasión. Cuando trabajamos con las marcas nos encontramos a auténticos quemados que reniegan de los SUVs híbridos y, en cuanto pueden, están dedicando su tiempo a los pocos productos deportivos con los que pueden trabajar. Son tan enfermos como nosotros y los disfrutan como ninguno. ¡Vosotros sabéis quienes sois!

Puede que algún día nos prohíban nuestra afición casi del todo pero, de momento, aún podemos disfrutar. ¿No tienes un coche que te acelere el pulso? ¿A qué estás esperando? Hazlo antes de que sea tarde porque somos los que disfrutamos de esta pasión, los que madrugamos para hacer curvas en carreteras olvidadas, los que nos desesperamos buscando el taller adecuado y los que sufrimos con cada factura los que mantenemos vivo el coche deportivo. Y también somos los que sonreímos con el cielo como techo cuando enlazamos tres marchas seguidas en una carretera de montaña. Somos la resistencia.

Larga vida a los deportivos, porque todos los coches van al cielo… pero unos más que otros.