Ramón, amigo, ¡ya te echamos de menos! Llevamos muchos meses echándonte en falta pero tú luchaste hasta el final.

Escribo estas palabras, emocionado, tras el reciente fallecimiento de nuestro amigo Ramón Roca Maseda. Médico, Patrono de la fundación RACE, historiador y entusiasta de los coches pero, sobre todo, gran amigo.

La persona que me enseñó que todos los coches van al cielo donde, sin duda, se encontrará con ellos. Le han acompañado toda la vida a través de sus vivencias y sus libros. Horas y horas encerrado con sus revistas y catálogos, dando forma a la historia del automóvil en España. Un trabajo interminable al que le dedicó gran parte de su vida, de manera generosa para que los demás pudiéramos disfrutar del resultado de su estudio.

Sin él, siento una gran pérdida. El vacío de sus enseñanzas, y sobre todo de su cariño, es muy grande en estos momentos. Pero también es muy grande lo que pierde el automóvil. Ramón no era un vanagloriado piloto, ni era de estar en primera fila para la foto. Más bien, veía el automóvil desde la barrera, estudiándolo con cariño, entendiéndolo, dándole contexto. Entre otras muchas cosas, ha dejado un gran legado con los artículos que ha escrito con nosotros, mes a mes, desde hace 11 años. Para los que no hayáis tenido la suerte de conocerlo, es un pequeño contacto con una grandísima personalidad que escondía una persona excepcional. Aunque discrepábamos en mi afición a los deportivos, a los que él llamaba coches en pantalón corto, su gran conocimiento cambió mi visión del automóvil para siempre, llevando el foco desde unos ruidosos vehículos sin techo a valorar debidamente la importancia que ha tenido el automóvil como fuente de autonomía y libertad en nuestra sociedad.

Pero todo esto es de escasa importancia cuando hablas de una persona que me acogió en su casa y me acompañó en los más duros momentos. Su cariño y su cercanía, el sufrimiento compartido, los momentos -horas- de conversación porque nada nos reconfortaba más… Todo eso se queda, no se va. Para aquellos que tuvimos la fortuna de conocerle bien sabemos que su pasión por los coches no era nada comparada con la devoción que profesaba por su adorada Amalia, su apoyo incondicional y compañera de vida. No se podría hacer una despedida a Ramón sin hablar de ella.

No puedo ni acercarme a las despedidas que él sabía hacer pero sólo espero que lo lea desde donde esté, con sus adorados coches. ¡Gracias por tanto, Ramón!

Ramón sólo se ponía al volante en las grandes ocasiones, y en el RACE se sentía como en casa