Antes de nada, esto NO es una guía de la carrera, para eso tienes la Lonely Planet o páginas generalistas en donde te pondrán al día del contexto de esta prueba y su importancia dentro del mundo de la competición. Aquí hemos venido a hablar de nuestro libro, como diría el gran Paco Umbral, así que coged palomitas, embadurnadlas en mantequilla y echadles un chorrito de kétchup, que para eso estáis en Estados Unidos.
Ford Bronco, póngame 12
Todo comenzó al alba y con viento duro de levante allá por los meses de otoño, cuando nuestro referente, Fernando Alonso, y su equipo, McLaren, confirmaban que estarían intentando completar el ultimo escalafón de la Triple Corona durante la temporada de 2019 en la Indycar. Visto lo visto, en Navidades (aprovechando una visita al cuartel general de ifyoulikecars) adquirimos los pasajes para viajar hasta Chicago, resultando ser estos más barato de lo esperado; unos 300 euros con vuelta incluida. Allí nos esperaría con los brazos abiertos nuestro compañero y amigo José Barroso, colaborador de esta nuestra página cuando aún vivía por Madrid. Desde la ciudad del viento, y tras unos días de turismo, nos desplazaríamos en su bólido hasta Indianápolis para disfrutar de la carrera para, al día siguiente, retornar a casa. En toda esta aventura me acompañaría otro de mis habituales compatriotas en 8000vueltas, Jorge Toribio, leyenda en la Torre Picasso y en los infra foros de M3 E36…
Este viaje supondría para mí la culminación de una espectacular temporada en cuanto a motorsport se refiere. Las 500 Millas de Indianápolis completaría mi propia Triple Corona ya que, en menos de un año, he podido asistir al GP de Mónaco (2018), en donde Alonso abandonó por primera vez en la temporada por un fallo en la caja de cambios, aparcando el coche justo debajo de donde me encontraba, y a las 24 horas de Le Mans (2018), donde acabó en lo más alto del podio. Como os podéis imaginar, el listón estaba puesto bien alto para la carrera yankee, aunque pronto las cosas se empezarían a torcer…
El “culpable” de que yo «tenga» que viajar por el mundo
Lo de “pronto” es un decir, las cosas se torcieron literalmente la semana antes de la carrera. No me enrollaré con esto ya que todos sabéis lo que pasó, Alonso se quedaba fuera de la carrera por clasificar en el puesto 34 de 36 participantes, cuando sólo pasaban el corte 33 coches. Los bochornosos motivos los podéis leer aquí (en inglés, pero sumamente interesante). Básicamente, lo podemos resumir en una dejadez absoluta por parte del equipo McLaren, creyéndose que la carrera es un compendio de gringos en coches obsoletos fabricados en graneros; nada más lejos de la realidad, como uno puede ver echando un simple vistazo a uno de los equipos más punteros, como por ejemplo Penske Racing.
Si no sabes de qué PELÍCULA es esta escena, no has visto suficientes pelis de coches
Con cientos de miles de seguidores en todo el mundo (no he podido obtener la cifra exacta), la Indycar es uno de los deportes más seguidos a nivel nacional y, en concreto, las 500 millas congregan a más de 400.000 asistentes a lo largo del fin de semana (casi 5 veces más que la F1 en Barcelona este año). Asimismo, los premios económicos rondan los 10 millones de euros, siendo 2 de ellos para el ganador de la cita. Mirando estos datos, ni Alonso ni su equipo deberían tomárselo a la ligera.
Emerson Fittipaldi posando con el premio de ganador en 1989
Mi viaje comenzaría volando desde Londres, en donde había quedado con mi amigo Toribio, para aterrizar 9 horas después en Chicago. Mucho y muy bien me habían hablado de esta ciudad, llegándome incluso a decir que superaba a Nueva York, cosa que dudaba tremendamente y que, debido a mi amor por la Gran Manzana, me negaba a creer. Nada más lejos de la realidad: ¡qué pedazo de ciudad!
Chicago por la noche
Sinceramente, una de las más espectaculares y bonitas que he visto en mi vida; no quiero desgranar mucho de lo que encontraréis allí, solo os diré que tenéis que visitarla. Todo esto iba de la mano de nuestro cicerone José Barroso, quien nos llevó de la mano por lo más selecto de la ciudad, empezando por una deliciosa barbacoa en el patio de su condominio. Si comienzas un viaje así, el resto solo puede ir sobre ruedas.
Un poco de turismo y «cosas importantes»
Tras tres días de intenso patear nos disponíamos a viajar hasta Indianápolis, situada a unas tres horas conduciendo por la carretera interestatal. Tras barajar opciones de alquiler de muscle cars, finalmente nos decantamos por la opción más lógica: usar el Mazda RX-8 de José para desplazarnos. Aunque no es el coche «arranca-cabezas definitivo», era más que suficiente para lo que necesitábamos. Deteniéndonos un rato en el bólido japonés (del que ya hablamos en su día), he de decir que me gustó más de lo que me esperaba. Creo que es un coche que en todos sus apartados obtiene un notable en su puntuación, todo está entre el 7 y el 8.
Cuando probamos este Mazda RX-8 coche allá por 2012
Esta es su gran ventaja a la par que su inconveniente. Me explico, se trata de un deportivo con alma y carisma, como casi todo lo que hace Mazda; motor rotativo con una facilidad pasmosa para subir vueltas, un sonido agudo y punzante; buen comportamiento del chasis, habitáculo interior agradable y un diseño distinto a la par que bonito. Este equilibrio le impide ser un coche tan deseado como otras leyendas de la carretera que te pueden llegar a enamorar a pesar de ser peores coches o incluso, sin paliativos, un dolor de cabeza (y cartera) permanente. Sin ir más lejos, su predecesor, el RX-7 ocupa un lugar privilegiado en nuestra memoria a pesar de tratarse de un coche muchísimo menos utilizable para el día a día.
Bye, bye Chicago…
Hello Indianapolis Motor Speedway
Una vez en Indianápolis, y tras haber recogido el pertinente pase de prensa, nos dispusimos a visitar rápidamente el circuito, el cual, al ser el día antes de la carrera, se encontraba prácticamente desierto, no así sus alrededores. Tras unas cuantas fotos propias de un turista japonés y un ligero paseo por los boxes hablando con distintos personajes, era el momento de acudir al verdadero barro, de inhalar el espíritu redneck y a embadurnarnos en grasienta grasa. Llegábamos así al culmen de la experiencia americana: el camping del circuito. Resaltar aquí que, justo antes se nos unió mi vecino de pupitre del máster en ingeniería de competición de la Universidad de Cranfield, Javier Gutierrez.
Pure American Muscle
Los reyes del circuito
Como siempre, entrando hasta la cocina
Jorge Toribio posando con la estrella del evento, el gran Fernando Alonso
Para poder vivir todo de cerca, tuvimos la suerte de poder reunirnos con Suzy Meeks (madre de otro compañero mío, Erik) y con su grupo de amigos, denominados Taylor Trash Racing, en honor a su apellido. Este grupo lo conformaban varias personas de todas las edades y condiciones cuyo vínculo en común era el amor por las 500 Millas. Sin ir más lejos, el patriarca, John Taylor, había asistido a más de 40 ediciones de la carrera, toda una leyenda. “Demasiado tonto para la ópera, demasiado listo para la Nascar” rezaba la cita de su camiseta, toda una declaración de intenciones para alguien que estaba bastante por encima del nivel (en general) de lo que se veía en los alrededores del camping.
Personaje medio de las 500 millas
Del resto de la tribu destacaremos a Cora y Abby, dos de las chicas más interesantes que hemos conocido en nuestra vida: ingenieras, amantes del Motorsport, con capacidades alcohólicas más que notables, voces destacables para el karaoke y con una simpatía desbordante; merecería la pena volver sólo por ellas. De hecho, gracias a las dos, nos introdujimos en el deporte de moda en el campamento: el Fowling (acrónimo de Football y Bowling), una excusa como otra cualquier para justificar el beberte 25 cervezas al día.
Una parte más de los Taylor Trash Racing
Toribio diciendo que en 2020 se apuntaba al campeonato de Fowling…
…para poder ganar el codiciado trofeo
Souvenir típico, ¡no te vayas sin el tuyo!
Tras un intenso día a base de barbacoa yankee, cerveza Busch Light, atardecer épico y dos botellas de Jack Daniels tocaba descansar para asistir a la carrera al día siguiente. Nuestras intenciones eran nobles, despertarse prontito, ver los preparativos, coger buen sitio para ver los coches pasar… pero como comprenderéis nada de esto ocurrió, llegando unos exiguos 45 minutos antes del comienzo de la carrera. Aún así pudimos disfrutar del aquelarre patriótico, con exhibición de P-40, P-51, A-10 y F-16 incluida, himno nacional a cargo de Kelly Clarkson, cántico del Back Home again in Indiana (himno no oficial de Indiana) así como múltiples celebraciones teniendo en cuenta que se conmemoraba el Memorial Day, uno de los días más especiales del calendario americano en el que se homenajea a los caídos por el país en acto de servicio.
Ahora sí, por fin tocaba disfrutar de la carrera. Una vez en la grada de recta de meta es cuando tuvimos la oportunidad de presenciar la magnitud del evento. Jamás en mi vida he visto tanta gente junta para un evento de estas características. Luego te acuerdas de la gente que va a ver 24 horas de Spa, por ejemplo, y te pones a llorar. Para la Indy 500 no había ni un asiento disponible. NI-U-NO, no entendía cómo podía estar así de lleno. Una vez que se hizo la presentación de los pilotos, digna de un duelo en el Coliseo romano (y de la cual la F1 debería aprender), tocaba comenzar a rodar.
Ejemplo de cómo estaban las gradas
Desde dicha grada presenciamos perfectamente los primeros compases de la carrera y en este punto he de indicar que, si alguna vez vas a ver las 500 Millas, mi recomendación es que compres una entrada de este tipo. Las vistas son espectaculares y desde una buena grada en una de las curvas puedes ver casi tres cuartas partes del trazado, algo impensable en cualquier otro circuito fuera de los EE.UU.
A esto nos referimos cuando decimos que se puede ver casi todo el circuito desde un solo sitio…
También pudimos movernos hasta el interior del óvalo (o infield), donde se encuentran las localidades más económicas, y tras haber degustado un poco de grasienta grasa triplemente rebozada típica de la Great America, nos establecimos en una de las suaves colinas de césped cercana a una pantalla masiva para poder seguir la prueba. Aunque la carrera no fue la más animada que se recuerda, el tiempo pasa volando hasta las últimas vueltas en las que Rossi y Pagenaud se jugaron el tipo hasta la victoria de este último.
Aquí en el «infield» (parte interior), donde como observáis no se ve mal, pero no se compara con una buena grada
Reconozco que este fue el único momento en el que eché de menos a Alonso; el no tener a nadie como referente en la carrera hace que pierdas un poco la emoción, al final te da un poco igual si gana Pagenaud, Dixon, Kaiser o Karun Chandhok. En cualquier caso, es un evento al que has de asistir sí o sí. Habiendo acudido a una cantidad importante de carreras, creo que es la mejor que he visto.
Pagenaud, ganador de la edición 2019
Una pena no haber tenido a alguien a quien animar con verdadero sentimiento (F. Alonso)
No solo el espectáculo en la pista es supremo (no te equivoques, las carreras ovales son MUY divertidas, espectaculares e intensas), sino que todo lo que lo rodea convierte a esta cita en algo insustituible. Recordemos que hay una gran cantidad de personas que no tiene ni siquiera intención de entrar al circuito y otros muchos que se dirigen directamente al festival de música electrónica que transcurre en su interior, el Indy Snake Pit, a la vez que la carrera. Todo un esfuerzo por parte de los organizadores en su intento por atraer a la mayor cantidad de público posible.
Puro espectáculo
Indy 500 Snake Pit
Tras la victoria del francés tocaba volver a Chicago para coger el vuelo de vuelta a nuestro hogar. A pesar de estar exhaustos, todo el periplo había merecido, sin duda, la pena. Sólo os diremos que estamos mirando ya todo lo necesario para volver en 2020 aunque, si quisiéramos cambiar, siempre podríamos optar para la Nascar ¿quién dijo Daytona 500?
Daytona 500, el otro gran evento de carreras ovales de EEUU
No quería acabar este artículo sin acordarme de todo el cariño recibido por la gente que nos encontramos a lo largo de este viaje. Empezaré por el trato agradabilísimo por parte de los americanos, desde la gente que atiende en los restaurantes hasta los que ayudan en la tienda de repuestos para automóviles, así como toda la gente que me animó por el tema de Alonso al verme con la bandera de España y la gorra de Kimoa.
Seguiré con toda la panda de Taylor Trash Racing por su hospitalidad y compañerismo: John, Kim, Cora, Keon, Abby, Chris, Mike y en especial a Suzy, la encargada de reunirnos; y finalizaré con mis infatigables compañeros de batalla: Javier Gutierrez, Jorge Toribio, y nuestro anfitrión José Barroso junto a su novia Andrea.
Muchas gracias a todos de verdad, sin vosotros no hubiera sido posible vivir la auténtica experiencia americana.
Daniel
27 de junio de 2019 a las 08:32¡¡Que experiencia Carlos!! Debe ser todo un espectáculo, desde la propia vida americana hasta la misma carrera. Envidia sana me das!!😁
delarosa
27 de junio de 2019 a las 10:57¡Qué gran artículo! Es un privilegio conocer los detalles de como funcionan las cosas del motor en los EEUU. El planteamiento es totalmente diferente, quizá mucho menos purista que aquí, pero consiguen llenar las carreras y crear afición. Tenemos mucho que aprender de ellos.
Me encanta la última foto, parece una foto preparada, es demasiado cliché. Pero ahí está, fiel reflejo de una vida que aquí nos parece propia de las películas.
Deivid Torrepower
27 de junio de 2019 a las 13:54Fiuwww!!! Casi cómo haberlo vivo =D. Muchísimas gracias por compartir la experiencia en este rapidísimo artículo.
Lo de McLaren es de traca. Bruce estará o retorciéndose en su tumba o partiéndose de risa el cielo, porque tela… Lo mismo pensaban llegar y besar el santo. Se nota que ha faltado toda la planificación que, con tiempo, tiene que hacerse para enfrentarse a un reto como este. Y Alonso, lo siento mucho porque me parece un chico fabuloso, pero tiene un olfato terriblemente malo a la hora de elegir equipo.
Por otro lado, me estaré haciendo viejo pero es que cada dia me gustan mas las carreras yankis, así como en general todo su mundo del motor. Sin ir mas lejos el año pasado me tragué toda la temporada HNRA de carreras de Drag y la F1… la F1 en realidad es que llevo sin verla ni recuerdo desde cuando.
Al final ellos con fórmulas sencillas consiguen un gran espectáculo, que es de lo que se trata.
PATABRAVA
1 de julio de 2019 a las 22:53Impresionante artículo, aún más ganas de acudir.
Enhorabuena al autor.
Respecto a que a mi también me atraigan cada vez más las carreras americanas, creo que es porque soy demasiado tonto para esta F1.
¿Hay que llevar prismáticos?.
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